Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

21 dic 2014

EL MOVIMIENTO SE DEMUESTRA ANDANDO

Como pareja eran un desastre tras otro, como individuos verdaderamente encantadores. Ella de serpientes y él al uso. Gente corriente y moliente pero de ley. Eso se nota enseguida, apenas cruzas tres palabras con ellos en un crucigrama de periódico.

Habían quedado para una cita. Ella estaba esperándole como solía hacer en la entrada del parque de esa pequeña ciudad.

Adela, estaba muy guapa y lucía un peinado de folclórica, venida a menos, pero bien cardado, con volumen de frasco. Había estado horas y horas, con la espuma y la laca, dándole a todo meter, haciendo bíceps, delante del espejo… para él, solamente para él. Ahora él la miraba que se le caían los pantalones por no llevar tirantes a tiempo. Situación tirante después de la última discusión.

-Nunca digas la última, siempre se dice la penúltima- Dijo él.
-Sí, ya lo sé-dijo ella- ¿no ves que hice prácticas de azafata?
- ¿Otra vez me lo vas a echar en cara?...
-No, sólo quería echarlo a suertes.
-¿De la buena?
-Hombre, pues claro… de la buena. Este hombre…
-Entonces vale.- Zanjó, a tiempo de comenzar otra polémica de las suyas, de las buenas, buenas.

Aquél encuentro programado, era con el fin de enderezar la relación, del mismo modo que, Adela, se había enderezado su pelo. Había voluntad por parte de los dos y también besos apasionados todavía sin intercambiarse. Él, fulminado, casi sin respiración, se había quedado con el look de ella y ese flequillo… ni los Beatles en las mejores portadas de sus álbumes discográficos; She love you yeah, yeah, yeah…

-¡Madre del amor hermoso!… te encuentro preciosa, ¡cómo te meneas y qué salero llevas hoy, querida! Mira…te llevo adonde me digas… si prefieres el burger o la pizzería… tú decides… pide por esa boca. Me tienes rendido a tus pies de flamenca luchadora.

Después de breves intercambios de palabras esdrújulas, sobre todo, se recordaron los malos momentos y decidieron que tendrían que afrontarlos juntos si querían que esa relación sobreviviera. Lo último que les había hecho sufrir más que un parto, fue algo que casi no recordaban, pero estaban seguros de que era un asunto feo, pero feo de verdad. De no poder ni mirarle a la cara, de feo.

-No sé cómo vamos a arreglar esto…-Dijo el muchacho a la chica, que había sido costurera en una vida pasada.
-Habrá que sacar un poco los puños y alargar el bajo.
-Pues cuanto antes…-Añadió él, con muchas ganas de solucionar las cosas. La tensión se mascaba en el aire cual chicle de fresa ácida…
-Entonces ella soltó el costurero en la mesa del burger y comenzó a descoser por aquí y  por allá, a no dar puntada sin hilo, hasta que quedó la relación perfectamente a la medida de las expectativas de ambas partes.

Terminaron de comer las hamburguesas, con pepinillos, y de limpiarse los morros de mayonesa de sobre -que se había resbalado por las barbillas- y él quiso acompañarla a su casa, sin más demora pues tenía que fichar por molestias varias y no justificadas a los vecinos, después de la hora pasada la media noche, sin calabaza apresurada ni zapato vacilón. Entonces comenzó a chispear. Ninguno llevaba paraguas y, ¡vaya por dios!, se tuvieron que mojar el cabello para terminar la cita romántica. A ella se le corrió la máscara de pestañas.

-Para una vez que me pongo rímel… y el peinado que es mío, con lo que me ha costado. No sé si estaré lo suficientemente mona como para que te quedes con un buen recuerdo de mí, hasta que nos veamos mañana.

Él le dijo:

-Me tienes para siempre, amor mío.-Esa fue la despedida.-Eres más hermosa que una flor primaveral antes de marchitarse con el calor del sol… con rímel o sin él. Pero me gustas natural, como el gas y como los hierbajos del campo.
-Gracias por sacarme los colores a pasear…pero ya me tengo que marchar.-Respondió ella ruborizada y con la melena algo rizada con las cuatro gotas que habían caído, para no descontaminar nada de nada.
-Querida, una vez arregladas nuestras diferencias con esas manos de ex-costurera de diseño imperial, vete por donde has venido, ahí tienes tu portal, que el movimiento se demuestra andando y a mí me encantan los tuyos y también los míos, modestia aparte, alejándome hasta la próxima cita, como un galán de cine en blanco y negro. 

Cada uno en su casa y Dios en la de todos, era uno de sus principios de edad media. Ahí les dejé con su felicidad a cuestas, dos caracoles en ambos sentidos. Se casan en tres meses. Las invitaciones de boda ya están enviadas; cursis y constreñidas, incluyen cenefas trenzadas en hilos dorados. Cuanto antes mejor, así la gente tiene más tiempo para ahorrar y comprar los regalos. Ese fue su pensamiento. No es interés, es sólo amor y ternura. 

El movimiento se demuestra andando... le dice. Ya ves tú... lo más romántico que se le ocurrió... y con eso, ella se olvidó de todos los malos ratos pasados. Anda que te den… un anillo de compromiso y luego una conferencia episcopal. 

Y fueron felices para siempre jamás… o eso me han dicho. No supe más de ellos. Ni me invitaron a la boda… después de hacerles un relato tan bonito… ¡Bah! Ni agradecida ni pagada. Menos mal que las bodas, así porque sí, no me gustan. Tampoco las "porque no". No he ido ni a la mía… Claro que, yo aún no me he casado.
                                                   
Ángel Córdoba Tordesillas ©

Acuarelita rápida de Adela, antes de que chispeara. Hecha con estas gafitas que Dios me ha dado

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