-Hola.
-Hola.
-Espejo, espejito, dime, ¿quién es la más bonita de mi ciudad?
-Y yo que sé.
-¿Cómo que no sabes?...
-Porque no lo sé... ¿Para qué te voy a decir lo contrario?
-¿Y de mi barrio?
-Ni idea.
-¿Y de mi calle?
-Tampoco…
-Pero bueno..., ¿y la magia?
-¿Qué magia?
-La tuya. ¿No eres un espejito mágico?
-Noooo, soy un espejito majico.
-¿Entonces no eres adivino?
-No. ¡Pero soy divino!
-¿Entonces qué he comprado yo?
-Pues lo que ponía en mi letrero:
Espejito majico que es divino. De ortografía andas regular, ¿eh?
-Eso nunca ha sido mi fuerte.
-Ya veo, ya…
-Y con la pasta que me has costado…
-Ya ves…la que valgo. Soy un ilustre espejo, con procedencia de la capital del Antiguo Reino de Aragón.
-No si todavía voy a tener que tratarte de usted, verás… ¿Y no puedes asesorarme sobre mi belleza?
-Pues no.
-Entonces, estoy apañada. Pensaba que en El Rastro madrileño vendían espejos mágicos. Como venden de todo...
-Sí, y en la Calle del Pez, varitas, en un puesto ambulante, no te digo.
-¡¿Varitas?!
-Bueno, yo no sé si serás la más hermosa de tu barrio pero, desde luego, la más inocente, tenlo por seguro.
-¿Y qué yo hago contigo ahora?
-No sé. Aprovecha mi marco y montas un cuadro.
-Pues vaya…
-Mira, yo es que mientras no tenga delante a otras, y no pueda comparar, pues no sé decirte, mona.
-¿Crees que soy mona?
-No estás mal.
-¿Del montón?
-Sí, pero del montón de las monas.
-Al menos hablas.
-Eso sí, ¿ves?... y bastante. Mujer, opinar sí puedo, pero va a ser sin fundamento.
-Oye, pues igual me aburro menos contigo que con mi ex.
-Ah, ¡eso garantizado! Y soy políglota.
-A ver, dime “mi amor”, en francés.
-Mon amour.
-¡Qué mono! ¿Y en italiano?
-Il mio amore.
-Ohhhh.
-¡Y ahora en español!
-¡Chocho!
-Muy vacilón tú, ¿no?
-Claro. Tengo mi sentidito del humor…
-Ya veo ya…propio de los espejos.
-Mejor que el de los loros. Y comemos menos... que lo sepas.
-Vaaaaale, te acepto como “animal de compañía”.
-Hecho.
-Eso sí, no me vengas como mi ex, con que la vecina es más atractiva que yo, porque no te lo consiento.
-Tranqui tronqui, tú serás la más bella de mi reino mientras seas a la única que vea.
-Ya me encargaré yo de ello…
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
(Pido excusas por el vocablo soez que han empleado mis gafitas. No es por evadir mi responsabilidad, pero es que este espejito es muy explícito)
Quienes hemos tenido la fortuna de conocer una muestra más amplia de tu obra, no tenemos la menor duda de que tus diálogos y monólogos definen un sello propio, a medio camino entre el surrealismo y la metáfora, con frecuencia muy irónica, pero siempre con un delicioso sentido del humor. Personalmente, agradezco mucho estos exquisitos "canapés" literarios. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias, Francisco R. Mayoral. No podrías haber hecho una crítica más grata para mí, puesto que lo que has expresado es justamente la finalidad que persigo con este blog: Dar a conocer mi obra con la esperanza de hacer pasar un buen rato a quien por curiosidad o verdadero interés, se acerque a ella. Y, viniendo de alguien como tú, que tienes el don de la palabra y esa enorme facilidad para conseguir llegar con ella, hasta el rincón más profundo de la psique humana, me resulta un verdadero regalo.
ResponderEliminarLo había leído en su momento. Y me encantó, como todas las cosas que he léido de ti. Original, fresco, divertido, con un lenguaje directo, especial, curioso, delata tu enorme sentido del humor, muy cáustico en ocasiones. Lo vuelvo a leer y me vuelve a encantar. Lo he leído y releído varias veces. Yo no soy ni escritor ni crítico literario, solo lector, y como lector tu forma de escribir, esta literatura que nos regalas, simplemente me parece genial.
ResponderEliminarDa gusto que haya lectores como tú, que se entretienen con los sencillos escritos que unas sencillas gafitas disfrutan escribiendo. Muchas gracias, Manolo, por todas esas palabras de alabanza que nos animan a seguir...
ResponderEliminarY no pares. Sigue regalándonos estas joyitas.
ResponderEliminarEspero seguir haciéndolo, si la vida me lo permite. Y también que tú sigas sintiendo la curiosidad de leer lo que escribo. Gracias, Manolo.
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