traerlos al instante presente, y abrazarlos con la fuerza de los años.
Si uno pudiera cerrar los ojos y pasear de la mano del silencio,
por esas ciudades que ya paseamos...
Contemplar, de nuevo, aquellos atardeceres únicos, sobre distintos ríos y mares…
Si uno pudiera recuperar sonrisas de buenos amigos
que ya se fueron o se perdieron en absurdas incomprensiones
que no llegaron a ser resueltas…
Entendiendo ahora, mejor que entonces,
que en gran parte, de todo lo sucedido, somos nosotros los responsables,
y disfrutando mucho más de esa amistad que nos brindaron…
Sería una preciosa oportunidad para volver a apreciarlos
y ver cómo el tiempo se disuelve en el tiempo.
Y que los resentimientos sólo son cenizas del fuego del olvido,
que ya no queman el alma.
Si uno pudiera revivir bajo un mismo cielo azul, amores pasados y eternos,
y a plena luz del día contar juntos las estrellas…
sin sospechar siquiera que un día ya no estarán con nosotros.
O volver a oler a ese bebé al que llamamos hijo,
y llenó nuestra mirada, como nuestra vida, plena de sentimiento,
con su maravillosa sonrisa y ese aroma a pureza…
Pero lo más hermoso de la vida es que lo que dejamos atrás,
sólo queda grabado en nuestro corazón,
ni siquiera la memoria lo podrá retener para siempre.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
Si pudiéramos, lo rebobinaríamos y lo proyectaríamos porque son nuestros recuerdos, pero con la mirada siempre al frente.
ResponderEliminarRecordarlos con cariño es la forma más aséptica de volver a vivirlos.
EliminarLa mirada y el caminar, al frente.