que mis manos se convierten en alas
bailando las horas, en amor-hada.
Que mis dedos se transforman en flores
que van regalando pétalos al aire,
cuales varitas mágicas.
A veces puedo sentir
que mis pies se elevan
y mi cuerpo flota.
Que mi corazón
es una caja de resonancia
y sus latidos
notas de música melódica.
Que el dolor se transforma
en un ave feliz
que emprende el vuelo,
hasta el fin del mundo.
Y allí se queda a morir,
para no volver jamás a buscarme.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
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