por tener el hijo que tengo.
Que no ha podido darme Dios
un regalo más inmenso
que su corazón junto al mío.
Ningún don es comparable
al privilegio de tener su amor.
Cómo me cuida.
Cómo me mima.
Cómo me abraza con sus palabras.
Cómo me cura las heridas del alma,
con su comprensión.
Hasta el día más invernal
lo convierte en primavera.
Borra cualquier sombra
de duda o de dolor.
Me trae luz, color y alegría,
como un mago de la dicha,
con su energía vital,
desbordante
y su chispeante humor.
Me siento tan afortunada
que no dejo de dar gracias a Dios.
Él es la principal razón,
aparte de mí misma,
para que lata mi corazón ,
en un aliento tras otro
y desear continuar aquí
para ser una feliz y orgullosa abuela
de sus hijos.
Que bien expresas lo que sientes hermana.
ResponderEliminarTú también lo haces, Celia. Cada uno lo hacemos a nuestra manera, siempre que haya verdadero sentimiento.
EliminarGracias.