de puntillas caminaba, rigurosa,
pulcra como ninguna, ni fea ni guapa.
¿Pero qué importancia tiene eso
en estos tiempos?...
Algo despistada para lo cotidiano.
Cariñosa, casi siempre en vano, y mimosa.
Adornada de sinceros sentimientos
que asomaban, tímidamente,
por las ventanas de sus ojos.
¡Ya no juega nadie más con ellos!
Se prometió una noche, llorosa,
mirándose al espejo.
Porque yo no quiero.
Simplemente por eso.
¿Me oyes, amor?...
Es mi voz, no es el viento.
Se acabaron las penas por siempre.
No quiero más que alegrías en mi vida.
Provisionalmente tuya vs definitiva:
Caterina.
Ángel Córdoba Tordesillas ©
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