que la soledad
ha sido mi compañera.
He pasado a su lado
la mayor parte del tiempo.
Me ha reconfortado, muchas veces,
con sus palabras de silencio.
Su mano fría ha sujetado las mías
trémulas,
en las noches de desvelo.
Y ha secado mis lágrimas,
cuando he llorado mi dolor.
También aprendí
a compartir con ella
mis alegrías,
nunca celosa de éstas.
Y fuimos haciéndonos una,
día tras día.
Hasta no saber
dónde terminaba ella
y comenzaba yo.
Lo siento.
Me he acostumbrado
a no echar de menos a nadie.
Compréndelo.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
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