Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

14 oct 2016

TIRAR LA TOALLA

Su padre le había dicho que jamás se rindiera. Y él, que había nacido prácticamente rendido, se hizo un experto en tirar la toalla. 

Hasta tal punto que fue conocido en los seis continentes del mundo. ¿O eran siete? No sé, ya me lío. Yo solo conozco uno.

En breve, tiene un centenar de eventos por toda Latinoamérica, con aplausos incluidos, para demostrar su habilidad única lanzando ese trapo de franela o de felpa- según presupuesto- lo más lejos posible. 

Ha llegado a superar, en prueba de toalla seca, los diez kilómetros lineales. Nuevo récord mundial establecido. 

Su padre se sentiría orgulloso de él, si se hubiera quedado con ellos, a verlo crecer. Pero se marchó con una mujer como esas que aparecen en los cómics y los abandonó a su buena suerte. 

Opino que, indudablemente, se sentiría satisfecho de la cobardía de su hijo, aunque seguramente no tanto como de la suya.


Ángeles Córdoba Tordesillas ©


No hay comentarios:

Publicar un comentario