Entre las rejas de la mente, presa, asomo mis manos queriendo alcanzar aquello que deseo.
Resulta infructuoso el esfuerzo.
Sin libertad dentro, cualquier placer no es una recompensa, es una mazmorra, fría y austera.
Por eso ya no arriesgo.
Ya no juego a lanzar mi destino al vacío y recogerlo en el aire.
No estoy dispuesta a reunir y pegar después sus pedazos.
Perderme en vericuetos mentales, ensayando éxitos fáciles; son fracasos asegurados.
Si me alejo demasiado de mi certeza, de mi voz interior, me siento perdida, extraviada, confundida.
No es seguro el brazo del que vive en el error o en la amargura.
No es maestro, ni guía de nadie, el que cedió su vida a la venganza o al resentimiento.
Aunque te diga te quiero.
Confiar en quien desconfía, no te regresa a casa nunca.
Hay muchos caminos, eso es cierto. Y quizá, parecidos.
Pero tal y como afirmé una vez, no es el camino el que cambia, es el punto en el que yo me encuentro.
Pocas cosas he aprendido.
Muchas he tenido que desaprender.
Y de lo poco que sé, el camino a mi corazón es el único que conozco de memoria.
No dejaré que nadie más, por ninguna razón, me lleve por otro, hacia paraísos fantasmas.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
El corazon siempre sabe, con la mente estamos perdidos. Un beso
ResponderEliminarEfectivamente,la mente no es la mejor guía en nuestro camino aunque ella crea serlo. Es el corazón el más sabio.
EliminarGracias por tu comentario, Celia.
El corazón siente y se emociona y ama y se alegra y vive.
ResponderEliminarSí, el mejor amigo.. el corazón.
EliminarGracias, Manolo.
Saludo a tu corazón.
Saluda también al tuyo que es grande y generoso.
ResponderEliminarGracias, Manolo.
EliminarIntenta imitar al tuyo.