Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

22 jul 2017

EL DOLOR HUMANO

Esta noche, volviendo a casa, por la calle, me he cruzado con una mujer de unos sesenta años, que mientras caminaba, lloraba desconsoladamente e iba gritando con todas sus fuerzas:

-¡No puedo más, no puedo más, no puedo máaaaaaas!

Ha sido estremecedor. He sentido una compasión infinita por esa desconocida. Quería acercarme y abrazarla con toda mi alma pero estaba en su burbuja de dolor y no he podido hacerlo. No existía nadie ni nada más a su alrededor. Estaba sola con ese dolor que necesitaba sacar.Y al intentar ir hacia ella, me he quedado parada... no he sido capaz.

Caminaba con gran dificultad, por momentos se tambaleaba, se apoyaba en la pared, como si le pesara enormemente la vida. Entonces la he oído decir:

-...Ponerme de pie, delante de todo el mundo... Hacerme eso a mí, Dios mío... ¡No puedo más, no puedo más!¡NO PUEDO MÁS!

He inferido que regresaba agotada del trabajo, en donde a tenor de este comentario, se ha debido sentir humillada, incomprendida, tal vez víctima de una situación injusta y, sobre todo, muy sola. Pudiera ser que estuviera pasando por uno de esos momentos en la vida en que, desgraciadamente, confluyen diversas circunstancias que te sobrepasan.

Una tristeza inmensa me ha sobrecogido. Y lo más duro es que me he visto reflejada en ella, afortunadamente, en un tiempo ya pasado.

Yo sé lo que es no poder más. Alguna vez, en situación límite, también lo he repetido en voz alta, pero en la soledad de mi casa. Ella lo gritaba a pleno pulmón. Supongo, y esto en parte me tranquiliza, que eso le ha servido para aliviar algo su desesperación.

Hoy me siento agradecida por lo todo lo bueno que tengo en mi vida, como vosotros, por ejemplo. Gracias por estar ahí.

Buenas noches a todos.

Que tengáis un espléndido fin de semana.


Ángeles Córdoba Tordesillas


4 comentarios:

  1. Alguna vez me he sentido así...
    Un relato duro, pero real. Me ha gustado mucho. Gracias.
    Abrazos.

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    1. Muy real, Chema.
      Yo creo que muchos de nosotros, en algún momento nos hemos sentido así. Espero que, en tu caso, tuvieras alguien cerca que te diera comprensión y consuelo.
      Un abrazo y gracias, amigo.
      Gracias

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