Todo un despropósito total y absoluto, es verdad, pero no se trata de ningún cuento. Tanto era así que prácticamente una hora de trabajo de un albañil era más cara que una de un médico privado o un notario, incluso. Es decir, no se encontraba fácilmente, una empresa de reformas que te pudiera prestar sus servicios antes de dos o tres años… Había cola.
No era, por tanto, extraño lo que me sucedió un día cualquiera dentro de este momento que relato y de este país en concreto:
-Rápido, necesitamos con urgencia que nos termine una reforma que unos pringados la semana pasada han dejado a medias. -Y me llevaron a su chalet, de dos plantas con buhardilla, a las afueras.
Así ocurría en esos tiempos. A cualquiera que anduviera por ahí, vestido con mono azul, le agarraban y se lo llevaban poco menos que a rastras a hacer la chapuza que fuera.
El estupor que sentí no fue pequeño. Me encontraba en medio de un salón más grande que toda mi casa y con una familia extraña, matrimonio y cinco hijos, que me rodeaban con mirada suplicante.
-Por favor, termine este tinglado obreril. Tenemos toda la casa patas arriba. Mire, la cantidad de ladrillos en las esquinas… y los niños, con tanto polvo por todas partes, no pueden respirar casi y el pequeño está con un asma galopante.
-Pero si yo no reformo… iba para mi casa tan campante.
-Por favor, se lo pedimos de rodillas, si hace falta.
-Que no, que les digo que no. ¡Que no reformo y no reformo, se pongan como se pongan!
-Hágase cargo, se lo rogamos. Esta situación es insostenible…
-Ah, muy bonito, y quieren que venga yo a sostenerla…
-Le pagamos lo que sea… por dos horas, una jornada completa.
-Pero oigan, que yo no sé de esto, ¡vamos, que no tengo ni idea!
-Inténtelo al menos. Mire, le damos por adelantado una pasta gansa y dos pagas extra.
-Bueno, déjenme pensarlo… ¡Venga, ya lo he pensado! Alcánceme el metro que voy tomando medidas… no perdamos más tiempo. Si lo hace cualquiera, lo puedo hacer yo misma.
Y así fue como abrí mi empresa de “Construcciones Ale Hop y Reformas en general. S.L.”
A continuación relataré cómo abrí el segundo negocio que tuve. Fue una pastelería. Salí de casa, un domingo por la mañana, comiendo una magdalena…
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
Que poder de convicción, sólo con verte, ya se adivinan tus dotes para aquello que se requiera en un momento determinado.
ResponderEliminarJajajaja, me he divertido mucho leyéndolo Ángel, pero el trasfondo no deja de reflejar una realidad que nació con el boom del ladrillo.
Una realidad bastante dramática, por cierto, pero creo que es bastante saludable hacer humor hasta con los dramas.
EliminarGracias por tu comentario, Manolo.