Y las horas…
y los meses con él.
Él se fue.
Y unos años después
ella vive todavía.
A su paso arrastró
planes y esperanzas.
Todos los venenos
de la naturaleza
depositó con el aguijón
de las promesas,
en su alma.
Arrasó
con la calma y la quietud.
con el brillo de las pléyades.
Tempestades
de mares de lágrimas
cubrieron su ausencia.
Terremotos de agua.
Maremotos de tierra.
Sueños incumplidos
arrugan hoy su cara.
Besos que murieron
de hambre
en el exilio.
Caricias que se perdieron
en el olvido.
Certezas desvanecidas
en niebla de madrugada.
Ellos vivieron juntos,
adornando con su amor
un universo mágico
que inventaron.
Y él pasó
a la historia de su
historia,
al ritmo del aliento
del dolor.
A su paso se llevó
el hogar, la leña, el cobijo.
Pero las huellas que dejó,
en su carne y en su memoria,
no se borrarán jamás…
por mil vidas
que ella viva.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
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