Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

19 sept 2016

VUELTAS Y MÁS VUELTAS

Facundo dio la vuelta al mundo diez veces seguidas y volvió tan mareado a su casa que ya no sabía si estaba en el hemisferio norte o en el sur. Se sentó en el sofá a ver si mejoraba, poco a poco, y se iban alineando los planetas en su orden y concierto ordinario.

-Facundo, eso te pasa por ir a hacer de las tuyas y sin brújula. Has tenido lo menos en este tiempo ciento diecisiete llamadas para ofrecerte un trabajo estable y asignarte puestos importantes en empresas internacionales. Ahora podrías estar entretenido a base de bien y no tendrías que dar tantas vueltas al mundo ni a tu cabeza, que por no hacer nada, no sabes qué hacer. Y como te digo, llamada tras llamada, ha sido un no parar de teléfono. Aturdida me tiene.
-¿Y qué les has dicho?
-¡Yo nada!… no ves que soy la lámpara del salón y no sé hablar. Me limito a dar luz cuando me encienden, como has hecho tú ahora. Pregúntale al contestador automático que él sabrá algo....
-Ah, entonces serán mis ideas que se han iluminado con tu encendido rápido. Gracias por nada, bella aurora. A ve si se me pasa la indisposición y me pongo en órbita terrestre. Vaya, otra vez las metáforas mundanas. Me persiguen por doquier.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©




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