y necesario.
Los hijos decepcionamos a los padres.
Los padres decepcionamos a los hijos.
Los hermanos nos decepcionamos.
Decepcionamos a los mejores amigos.
Y ellos, a su vez, nos decepcionan.
Decepcionan los amores
y los compañeros de trabajo.
Y hasta los ídolos que tanto admiramos.
Todos decepcionamos
y somos decepcionados.
Antes o después, sucederá,
si pasa el tiempo suficiente.
Incluso nos decepcionamos a nosotros mismos.
¿Somos acaso malos?
No. Solamente humanos.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
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