Una de ellas se acercó a susurrarle para darle consuelo y algo de luz:
-No te entristezcas -le dijo con voz de estrella.-Ya la vida sabrá lo que traerte si no esperas nada. Siempre es generosa con los que han sabido amar.
Cada trocito de su corazón roto, empapado con sus lágrimas, al comenzar el día, lo puso a secar al aire y al sol. Y se tumbó a la orilla del mar a mirar el espacio infinito, extendiendo sus manos, olvidándose del tiempo y lleno de esperanza. Sabía que la eternidad del dolor de hoy no dura para siempre.
Exactamente igual que tú.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
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