Interminables caminos, sin huellas entrelazadas, las madrugadas.
Con los ojos cerrados y el aliento pausado, dejo volar la imaginación que recorre kilómetros para no morir de sed de ti. Atraviesa la atmósfera plana, de vericuetos y nostalgias.
No hago más que dar vueltas a todo lo que nos separa pero, de repente, una nota de música se para, en el preciso momento que el recuerdo de tus ojos viene a mirarme. Queda suspendida en el aire, esperando que me aperciba de ello.
Entonces sonrío feliz y todo me parecen señales...
Y pienso que, tal vez, tú también piensas en mí.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
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