Es uno de los problemas de nuestra sociedad. Parece que hemos sido educados para competir en vez de para compartir. Y de la comparación y la competitividad nacen los complejos y las envidias, las malas imitaciones, los plagios... Efectos que nos causan siempre malestar, causando, a su vez, otros efectos nocivos para todos.
Solamente he participado desde que conocí feisbu en un concurso de microrelatos. Esta experiencia fue desastrosa para mí, -sólo tengo malos recuerdos de aquello- a pesar de quedar en primer lugar; contando con el apoyo de muchos de vosotros, por supuesto, cosa que agradezco, algunas amigos (o que tenía como tales) se volvieron enemigos. Otros comenzaron a mirarme con hostilidad, desconfianza, envidia… Y les apreciaba de verdad. Todavía les aprecio, también los trabajos que realizan en la actualidad muchos de ellos. Me produjo tanta pena ver todo eso que pensé: “Esto no es para mí. Una vez y no más, Santo Tomás”.
Desde mi particular punto de vista, las creaciones, en muchos casos, por su grandeza, superan al creador. Me parece impropio de personas con cierta sensibilidad, o que presumen de ella, y a mi juicio bastante inteligentes, que caigan presas en esa red de la envidia, bien tejida por la absurda mente. Una trampa que lleva, irremediablemente, a la insatisfacción personal. Y a decir verdad, creo que todos tenemos alguna capacidad creativa. Lo que sucede es que muchos no la han descubierto aún o no la han sabido desarrollar.
Pienso que entre artistas*, o aquellos que nos sentimos como tales, es ridícula la competición. La competición es propia del deportista pero un artista es sencillamente eso: Un artista. No necesita adjetivo que lo acompañe. Puesto que es alguien que expresa su creatividad no es comparable con la de nadie más.
Siempre me ha fascinado ver, oír, leer, contemplar, las obras de los demás conocer el estilo que les caracteriza. Esto es lo enriquecedor del arte; satisface al autor y al observador. Podría decir muchas cosas sobre este tema que tanto me apasiona.... Verdaderamente es un alimento exquisito para el alma que sabe apreciarlo, sin límites ni condicionantes mentales. Es un auténtico regalo.
Uno de las ventajas que vi en feisbu fue precisamente ésta: Que todos podíamos compartir nuestras creaciones y disfrutar de hacerlo, nutriéndonos mutuamente la inspiración. Y de hecho, he descubierto a tantos grandes artistas y tantas formas de crear que me he quedado absolutamente maravillada. Sin feisbu nunca los hubiera conocido. He sentido un enorme agradecimiento hacia estos artistas que han expuesto, y exponen, sus creaciones, a diario, para que podamos disfrutarlas. Pero también, en este mismo medio, me he encontrado -ingenua de mí- con que no todo el mundo piensa, o siente, así. He visto y sufrido cómo algunos se alejaban a medida que iba mostrando algunas de mis sencillas obras, otros las plagiaban, parecía que cada vez menos personas lo veían como algo que tú regalas para que lo disfruten, si es que tienen algo disfrutable. Cada vez que me han invitado a indicar que me gusta una página de arte, he ido a visitarla y he pulsado ese "me gusta", sin pensármelo un momento, sintiendo orgullo de que otro ser humano realice estas obras, porque estas cosas son las que merecen se compartidas. Sin embargo, cuando he invitado a otros artistas a hacer lo propio con mi página Arte-Ángel, no han querido indicar que les gusta o tal vez no les ha gustado porque han juzgado mis obras como de menor valor artístico (comparación) que la suya. Algunos, incluso, artistas y no artistas, han pulsado el "me gusta" para posteriormente retirarlo (sin palabras me he quedado al comprobar esto). Hace tiempo que no comparto muchas de las cosas que pinto, por ejemplo, para evitar este tipo de reacciones y situaciones.
¿Necesitaremos madurar más en este aspecto? ¿Tal vez feisbu, como otras redes sociales, han aparecido demasiado pronto en nuestras vidas, cuando todavía no hemos aprendido a compartir sanamente?
Nunca me han gustado los concursos, certámenes, en fin, ningún tipo de competición, por esta razón. Pienso que cada uno ofrece lo que tiene para ofrecer. Seríamos más felices si no mirásemos tanto al otro comparándonos con él y nos centráramos en competir con nosotros mismos, recordando que tal vez en un tiempo pasado no éramos capaces de hacer lo que ahora hacemos. La superación llega cuando uno intenta hacer mejor lo que sabe hacer, no cuando está constantemente midiéndose con los demás y frustrándose por los logros ajenos.
¿Qué sentido tienen nuestras obras, si no podemos darlas a conocer, disfrutando compartiéndolas, dejando que otros también lo hagan?
Los dones que cada uno hemos recibido se potencian y desarrollan más y mejor cuando se comparten.
Yo creí que los artistas, por la propia naturaleza que les hace serlo, eran sabedores de esto pero, al parecer, no todos.
La forma de dar lo mejor de nosotros mismos es disfrutar de lo que hacemos sin la presión de si nos van a comparar con los demás o lo vamos a hacer nosotros mismos. Crear, libre y felizmente sin más, como hacen los niños, antes de que les enseñemos a fijarse en si el de al lado hace algo “más bonito” o “más feo”, es el objetivo. Tendríamos que llegar a madurar lo suficiente emocionalmente, como para recuperar esa simplicidad infantil que nos lleve a sentirnos, de nuevo, únicos e irrepetibles, porque lo somos.
Fomentemos la cooperación, no la competición.
Sería maravilloso ser conscientes de que en este mundo hay sitio para toda el arte y la creatividad que seamos capaces de producir. Y bienvenida sea. Es fantástico vivir en un mundo lleno de ella. Gracias a los que seguís haciéndolo sin miedo porque esto os hace y nos hace felices.
Ángeles Córdoba Tordesillas
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