-Dichoso tú, Anselmo, que tienes el gusto siempre a punto de caramelo y no tiemblas ni por miedo.
-Rita, no me importaría que te apellidaras Hayworth.
-Sabes que me apellido La Cantaora y que no me gusta que con mi apellido hagas bromas.
“Deposite los objetos metálicos a la entrada. Gracias”.
-Qué banco tan bien educado. No me gustan las restricciones, sin embargo.
-Suelta el caramelo en la papelera más cercana que nos toca el turno siguiente.
-Pero si no lleva metal el dulce de leche.
-¿Pero no era mentolado por los extremos?
-Sí, por la otra punta, era de menta no de metal, pero por ésta, de leche dulce y viceversa. Por cierto, ahora caigo en la cuenta de que me he dejado los bigotes en casa.
-Olvida los bigotes y reza que nos toca el turno.
-¿Los siguientes son ustedes?
-Esos mismos y de cuerpo presente.
-Necesitamos piso en propiedad privada. Para público, el parque del barrio… pero el banco que yace allí no nos da crédito.
-Bueno, pues si quieren hipoteca, hablaremos de intereses, es mi tema preferido. Habrá que ponerles anestesia local o total, elijan ustedes.
-A pagar en treinta años, si es posible.
-¡¿Pero qué dicen?!... ¿Cuántos tienen?...
-Ochenta y pico. Entre los dos casi ciento setenta, pero a mí todavía me gusta pintarme las uñas y leer.
-Comprenda que con nuestras pensiones otra cosa no podemos hacer, si queremos comer.
-Hummm… ¿Recuerdan dónde está la puerta, verdad?... No olviden retirar los objetos metálicos que hayan depositado.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
Pobres Rita y Anselmo. Son muy mayores y no pueden hipotecar su vida. Delicioso Ángeles.
ResponderEliminarAsí es, Manolo. Pero les hace ilusión, después de una vida juntos, vivir en piso de propiedad.
EliminarMuchas gracias por seguir mi nube, amigo.