Finales de noviembre. Doy fe.
Calle arriba pasean dos antiguos fieles, del séptimo arte. Escuchan lamentos, procedentes de una casa, que salen por los balcones y las ventanas. Les deja sobrecogidos pero como tienen prisa… continúan su camino. El cine no espera.
Uno de ellos, algo asustado, pensando en que podría estar perpetrándose algún crimen de película, pregunta a gritos, en una inútil advertencia:
-¡Pero qué pasa ahí?!...¡A ver si vamos a tener que llamar a la policía…!
-De eso nada, que no llegamos.
-Lo digo para asustarles… ¡Ahora no te asustes tú!
Así sucedieron los hechos:
En una precario y decadente piso de un céntrico barrio de la ciudad, se han reunido para una partida de cartas, los de siempre: El coro al completo-de la iglesia de santo Tomás de “Aquísí"- la anfitriona que es modista y el desastre del sastre. Todos comparten el amor por el juego “carteril”-de baraja- por la bebida, el cantar y también por las agujas y los hilos. El coro cose y canta, aunque no todo sea en la vida coser y cantar…
Están perdiendo todos y, además de los nervios, el tiempo. Un euro que va y otro que viene. “¡Eh, tranquilo, no toques ese dinero!”, dice uno. “Carta en la mesa, presa”, dice otro. De momento no hay ganador, así que en el centro el montoncito de parné y las manos quietas.
Hubo un follón monumental porque desapareció, de algún misterioso modo que ni siquiera yo sospecho que soy la que lo estoy escribiendo, un billete de quinientos, si es que existen.
-A quién se le ocurre venir tan cargado, para un relato corto.-Protestó una de las del coro.
-Sólo he bebido media botellita de whisky, antes de salir de casa, nada más quitarme el pijama.-Se justificó el sastre.
-Pero si no digo eso… estás que no te enteras. ¿Que para qué te has traído un billete de tanto en cuanto, para que ahora tengamos que compartir, además de juego y mesa, este disgusto tan gordo?
-¿Pues qué quieres?... no tenía suelto.
-Tú todo lo tienes bien agarrado, sí.
-¡Ya está el sastre perdiendo los papeles!-Murmuró la modista.
-No, si todavía voy a ser el culpable de que me alguien haya sustraído mi billete, vamos… Un poco de justicia divina, por favor, que entre por el mirador… Yo estoy mareado, no sé qué será… puede ser este vino… ¿De qué cosecha es?...Espero que no me estéis envenenando. Sois muy capaces.
-Teoticles, no le ataques… Él no es responsable de nada. Aquí el único que debe ser juzgado de forma severa es aquél que haya sustraído el billete original.
-¿Original, como el pecado?-Preguntó inquisitivo y desconfiado el mayor de los del "Coro de la Patata".
-Original que no era falso.-Puntualizó el cartero “siempre llama dos veces, menos cuando está cantando en el corillo de la iglesia” que no llama ninguna.
-¡Mira qué bien parece que lo sabes…!-Añadió Raimunda, sospechando, igual que hacía siempre que veía una película de Hitchcock.
-Mujer que no estoy ciego…-Añadió el cartero con voz grave, pues hacía los graves.
-Puede ser que de codicia.-Raimunda, añadió en igual tono grave, pese a que ella se encargaba de los agudos.
-Oíd, por favor, conservemos la compostura… estoy harta de hacer costuras… y esto puede llevar tiempo.-Dijo la modista, señora surrelista que se dedicaba a hacer patrones con marineros, para los diseños de la pasarela “Sibebes noconduscas”
-Debemos llamar a un notario de urgencias, para que sugiera cómo poner fin a este absurdo episodio que solamente va a sembrar la desconfianza infinita, la discordia severa y el escepticismo entre nosotros. Y lo que hay que evitar por todos los medios es que esto termine con estas maravillosas y gratas reuniones, con partidita incluida. Ha de darnos fe enseguida.
-Me parece una excelente idea, pero preferimos, sin duda, que nos lo digas cantando. Por favor, Remedios, ¿puedes decirlo cantando?
-Es un honor. ¡De mil amores!
Y lo dijo cantando. El resto del coro se agregó al estribillo:
-Debemos llamar al notario que esté ahora de guardia, para que venga de inmediato a resolver el misterio, porque no tenemos medios para llamar a “La gata Cristi”…
Cuando llegó el notario, estaban todos tirados en el suelo, con un pedal importante. Los billetes en montoncito inerte sobre el centro de la mesa, cual florero de escaso gusto, y el suelo pringado de bebidas pegajosas.
-'Vaya espectáculo! Es casi bochornoso. Por favor, señores, que tenga que haber ido el perro de la casa a abrir la puerta... que no se diga. No están ustedes en condiciones, ni para trabajar en un ayuntamiento. Más bien tendrían que haber llamado a un cura para que les hubiera dado la extremaunción, yo solo puedo darles la fe extrema. Se la dejo sobre el aparador, repártansela cuando les venga en gana o cuando se les pase las ganas de vomitar, y aquí paz y luego gloria.
-¡Presentes!-Saltaron Paz y Gloria, al unísono.
-Quiero decir que volverán a tener fe unos en otros.
-Y Dios en la de todos.-Cantó al borde del colapso hepático la mayoría…
-Me voy, pero antes deben abonarme la minuta. Son quinientos del ala, ¡hala!
-Ni me molesto en recobrar el conocimiento, ¿para qué…? -Dijo el sastre. Quien acostumbraba a tener la última palabra y a dar la última puntada.- Bueno, me serviré una copita de anís del mono, cada uno bebe aquello con lo que se identifica, y yo me siento monísimo con este conjunto de paño fino, pues con dicho conjunto de paño me apaño, y hecho por mí mismo. Le abriré la puerta para que salga. Educación no me falta.
-Por dios… esto raya el surrealismo.
-Notario, he notado que es usted tuerto(*) y nos gusta tan poco la mala suerte como la mala pata. No deje caer nada de eso, que ninguna de las dos cosas las necesitamos. No importa, no lo divulgaré, si usted no vuelve más por aquí. Todos nosotros hemos recobrado la fe pero no nos gusta perder más que lo del otro. ¡Fe, Esperanza y caridad! Una buena brisca y un buen copazo. Amén.
-¡¿Para qué se nos requiere!?... ¿Es necesario que nos incorporemos?- Preguntaron, al unísono, Esperanza y Caridad.
-Adiós, señores. Denles las gracias a ese perro tan amable, y un poco de comida, pienso, que pienso estaría bien, por ejemplo. El pobre está famélico, se lo deben gastar todo en bebida... ¡poca vergüenza! Y que más tarde les saque a ustedes de paseo… a que les de el fresco, que arrecia un viento del norte que les va a traer de vuelta a la realidad en pocos minutos. ¡Hasta más ver! Prueben juego, señores… Yo de esas adicciones ya no uso, ahora me he pasado al judo. No me va mal. Buenas noches.
-Adiós Nicanor.-Despidiose el sastre con educación forzada.
-¿Cómo sabe mi nombre?
-Soy vidente y bisexual, y porque lo dice su tarjeta de visita, la que ha dejado en el aparador de la sala, junto con su factura. Tenga cuidado al salir para que no le atropelle algún vehículo que vaya lanzado.
-¡Por dios, no puede pasarme hoy nada peor que haberles conocido a ustedes! Doy fe… y porque no puedo subastarla.
El feliz desenlace fue el descubrimiento, por parte del perro de raza indefinida, de un agujero en el forro del bolsillo de la chaqueta del sastre, por donde se habían escapado los 500 euros, que encontró el can al lado de la alfombrilla del baño. Se conoce que en un descuido…Y es que en ropa del sastre, cuchillo de palo. Ah no, eso es en la casa del herrero... que no estaba invitado a la partida, porque ni cantaba, ni cosía, ni bebía.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
(*) En España, cuando alguien cree tener una racha de mala suerte, suele decir:
"Parece que me ha mirado un tuerto". Obviamente, no creo en esas supersticiones.Yo soy tuerta.
Los tuertos daban mala suerte, si, jajaja. Me ha parecido original y divertidísimo tu escrito y singulares como ellos solos sus personajes, tan diversos y dispares, perro incluido, Refleja bien a ciertos notarios que cobran sin despeinarse por hacer o solucionar nada, y en este caso hasta tiene mal fario porque es tuerto. Genial mi querida Ángel. .
ResponderEliminarManolo, eso se dice, se dice...pero como otras expresiones y dichos populares tienen de cierto lo que uno quiera creer. No hubiera utilizado esa supersticiosa creencia si no fuera por mi condición de tuertita simpática. La proximidad que uno tiene con cierta circunstancia o situación, le legitima, creo, para poder hace mofa de ello. Es bueno reírse hasta de lo serio y, en especial, si uno misma adolece de ello. Un abrazo fuerte y gracias por tu naturalidad y tu sincero comentario.
EliminarComo todos, este notario no "da fe"... la cobra. Genial relato coral, tan divertido y surrealista como el camarote de los hermanos Marx... No he podido contener la risa. Gracias por estos ratos que nos das con tus raros relatos, Ángel.
ResponderEliminarCuánto me alegra que te haya divertido, Francisco. Gracias a ti por interesarte en estos raros relatos y por comentar al respecto... Me gustan tus comparaciones... doy fe. A pesar de que tengo paciencia, no como algunos notarios. (Ni más ni menos que con el camarote de los hermanos Marx. ¡Venga... alegría!)
EliminarTienes razón en lo del dicho,Ángel,yo misma lo he dicho más de una vez...pero yo quiero que tú no dejes de mirarme nunca...
ResponderEliminarEn cuanto al relato,me dejas alucinada,es brillante esa forma que tienes de llevarte a lo absurdo,la más tangible realidad de lo cotidiano,haciendo que el lector,desconecte totalmente de su dura rutina y disfrute y se evada con la lectura...esa es mi humilde opinión como lectora.
Qué ternura... Fátima. No pienso dejar de hacerlo, mientras tenga visión, y siempre y cuando tú tengas la generosidad de seguir mostrando tu interior delante de mí. Hay tantas cosas hermosas en este mundo para apreciar... Una de ellas es ese alma que tienes.
EliminarGracias por tu "humilde" opinión como lectora porque, justamente conseguir lo que has comentado, es mi humilde intención como escritora.
Muakiss!!
ResponderEliminarMuchos besos, poetisa.
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