Sin decir palabra, sin despedida,
sin adioses dolorosos,
en silencio.
A veces, una se da cuenta
de que pasea sólo su sombra
sobre el suelo de su casa.
Que arrastra el cuerpo, como puede,
porque el alma cansada
ha dejado que la vida se vaya.
Ha dejado marchar las ganas,
la alegría, la sonrisa de la cara,
el sosiego del rostro maduro,
cruzado de líneas y surcos.
Sólo divisa, delante,
un abismo hacia la nada.
Se piensa en los hijos…
y entonces se desea que vuelva
que te abrace y abrazarla.
Y rogarle que se quede,
que te acompañe en la aventura
de caminar hacia el mañana.
Y ella regresa, esperanzada,
deseando volver a ser amada.
Y te mira de soslayo,
con ojitos traviesos…
Y te la comes a besos.
Pero qué duro se hace,
a ratos largos, desolados momentos,
cuando la vida... se va lejos.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
Picasso |
Profundo y brillante, un beso
ResponderEliminarSon momentos...
EliminarGracias, Celia.