Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

15 ago 2015

SENSACIONES Y TÚ IMAGINADO

Hay un patio cansado de estar libre, vacío, sin enredaderas, que trepen intrépidas por sus lánguidos y blancos muros, en las mañanas melancólicas.

Apenas un manzano crece a medio palmo del suelo. Lástima, una tierra tan fértil y tan desaprovechada... Podría dar dulces frutos en las sombras tristes, créeme, serían tan deliciosos como un beso. Jugosos y frescos frutos, para el más ardiente de los veranos. Y de modo inverso y mágico, cálidos para el más frío de los inviernos, por si llegamos.

Abro de par en par las ventanas y puedo ver, con los ojos de la esperanza, el mismo paraíso. Libre de prohibiciones, pecados y castigos.

Un hombre paseando agradecido, recordando agradables momentos del pasado, o bajo un enorme roble inventado, apoyando la espalda en su tronco centenario, con un libro entre las manos. Su amplia y hermosa frente, ocupada en desentrañar los grandes misterios humanos y del universo, descansa ahora, un momento, bajo el cielo, tumbado, en el más cercano de los cielos, el de dentro… el privado. Ya nada le inquieta ni perturba pues se hizo amigo íntimo de la paz, olvidó las guerras o las extravió, no sabe dónde o no se acuerda.

Ella aparece en la escena imaginada, y se acerca con cariño y respeto a acariciar las entrañas de sus sueños, y con las manos su cara. Esa piel amada, deseada, familiar, tan asediada cuando está cercana. Dos, entonces, se vuelven uno, como si versos fueran de un mismo poema, pareado.

Una canción no deja de sonar en mi cabeza y deseo bailarla y no cesar de dar vueltas. Sus notas me estremecen y me llevan... me arrastran con delicadeza, al romántico rincón de mí jardín, donde la luz del mediodía lo baña todo de ocres y malvas… Mientras bailo, mi corazón, en sus saltos, como pequeños disparos de pasión, susurra al aire un “te amo” en cada latido. Me gustaría que conservara la calma, y se lo ruego. Pero soy capaz de entender sus brincos. Y hasta sus obsesiones... todas etiquetadas con tu nombre.

Pronto este lugar se llenará de vida, de arte, de alegría... Sobre todo eso, de arte, de amor y de alegría.

Este patio, dentro de mi casa, sigue esperando tu llegada, nuestra vida en común, risas, sonidos, aromas colores... No hay prisa, mientras ambos estemos vivos y creamos en los milagros.

Brindan, él y ella, con la copa de la emoción de diez lágrimas escurridizas, fugitivas, que no he podido mantener encerradas en mis ojos expectantes de ese mañana, tan ansiado, por la armonía y el bienestar que nos aguarda. Aquí, en mi jardín, en nuestro otoño compartido y feliz.

Otra vez esa canción... me canta y me encanta... Ojala tú también puedas escucharla y bailarla conmigo. 

Ángel C. T. ©

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