Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

15 jun 2015

DOMINGO DE GLORIA

Le llamaban Boliche, porque tenía semblante de tirador de mueble bar. No tenía malicia el hombre pero iba conjuntado para salir a la compra. Se conformaba con rellenarse los labios con esa silicona antiestética que se nota tanto. Cuando estuvo en la mili le llamaban Bolichilla, porque coleccionaba polillas en la ropa, a pesar del olor a naftalina.

Su hermana, La Bolicha, le cosía los botones y le metía el bajo de los pantalones, cuando se dejaba, porque no paraba quieto el hombre y aducía que le hacía cosquillas con las uñas sin cortar, desde que murió su madre- que como buena madre era muy apañada- le hacía todo lo de su casa; aunque le llamaba mequetrefe, de vez en cuando para acomplejarle un poco y que no le saliera el narcisista que llevaba dentro, desde la temporada adolescente, y resbalara por las calles de la vanidad.

Al Boliche le ascendieron a director de sucursal de su banco. Y se volvió haragán y engreído. Había perdido el encanto como la mazorcas de maíz cuando las pones a fuego lento. Se creyó más que El Manco de Lepanto. Ni siquiera se hablaba con su hermana. Hacía burla a todo el que se cruzaba menos a los clientes del banco, lógicamente, no quería perderlos. Pero un día llegó una "multi" a su despacho, pues pidió hablar con el director más director que hubiera por allí suelto, naturalmente, para eso era millonetis, y era él. Ella se sentó elegantemente, o como fuera, a lo Sharon Stone y pestañeó como una Nancy de palacio. Él se quedó con tembleque. No supo si le sedujo más el olor de su perfume francés o el perfil de su bolso italiano, con chequera dentro forrada en raso.

El caso es que, ella, volvió porque se había olvidado el corazón allí mismo, en ese Boliche -no me refiero al perchero- de la oficina central y él, en un arrebato de pasión masculina, raudo, se lo había guardado en caja de seguridad –¿se entenderá el símil sutil?-sin que hiciera falta su firma.

Los aires subidos de tono se le bajaron puerta de calle, a la entrada de la oficina, in alvis, con los cantares del amor hermoso. Menos mal -pensó la hermana- este tontaina se había creído algo… por su puestazo de piscolabis. Ha recuperado la sencillez y la cara de tronio perserverante. Parece mentira que todo lo haya logrado el amor de una mujer rica. A ver si ahora me devuelve los cien euros que le presté para la última entrada del partido Madrid-Barça. Y ya que ella es más alta que él, y mucho más que yo, pues que sea quien le acompañe la próxima temporada que a mí no me gusta el fútbol ni nada que se le parezca y mucho menos verlo detrás de las cabezas. Nuestra madre se sentirá ahora orgullosa de él, ya de una vez, desde la gloria bendita y yo, feliz porque bendita la hora en que ha conocido a esta mujer, llamada Gloria.

                                                          FIN GLORIOSO
Ángel C. T. ©2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario