que no responde a ningún nombre.
No tengo que llamarla
para que acuda a iluminar mi cielo.
Allí está ella, radiante,
de cuerpo presente.
Cálida su forma y color,
fácilmente identificable.
Si alguien la reclama,
aquí sigue,
colgada sobre mi cabeza.
Hoy la usaré de almohada
si se deja.
Corren vientos de sueños realizables
y desde mi nube puedo alcanzarla.
Ángel C. T. ©
Fotografía hecha con estas gafitas que Dios me ha dado. |
Tu que vives en una nube, tienes cerquita la luna, para atraparla y que te sirva de luminosa almohada. Hermoso el poema, y la foto, no te cuento, tus gafitas hacen maravillas. Besos.
ResponderEliminarGracias, Manolo. Estas gafitas cuando se ausentan irremediablemente, echan de menos la nube, la luna y, sobre todo, a los buenos amigos.
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