Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

28 jun 2015

UN PAVITO MUY PAVO

A pesar de la inocencia de su nombre y de que creía en las segundas oportunidades, ella, no era fácil de satisfacer.

Con todo ese despliegue de medios para conquistarla, ese pavito real era bastante torpe, inmaduro, en cuestiones sentimentales. Había nacido en Aranjuez, cerca de los Jardines del Príncipe, pero no, ése no era un motivo suficiente para mirar por encima de las alas a nadie. A Inocencia le gustaban las aves sencillas. Venidas de otros mundos o del suyo propio pero con garantía de devolución.

-Hacedme sitio que paso- Decía, hinchando las plumas y prácticamente ocupando todo el espacio suministrado por el Ayuntamiento. “¡Pero qué se habrá creído este pavo!”, decían los demás.
-Mira Gervasio, yo entiendo que tú tengas muchos metros cúbicos de corazón, y me lo has demostrado más de una vez, y que te guste expresar tres opiniones al día, entre café y café, pero los demás también tenemos derecho a ser el centro de nuestro universo. ¿Puedes comprender esto tan sencillo?
-Mi  inconsciente intelectual me permite eso, y más, que no me da la gana comprender, porque soy inmaduro emocionalmente. Me extrajeron el apéndice en el extranjero, cuando era muy pequeño, y no me lo devolvieron. Lo abandonaron allí, a su suerte. Eso me marcó a fuego, lento, y desde entonces mi frustración ha ido en aumento.
-De acuerdo, pero tú hazte cargo de que nadie tiene porqué comprender eso. Todos tenemos nuestros problemas, organismos oficiales, y un pasado turbulento.
-Me parece muy bien y lo lamento, al mismo tiempo, pero yo no soy responsable de nada de eso. He nacido con estrella y nadie conseguirá que me estrelle. Déjame de monsergas, Inocencia, por mucho que me quieras… Y no me entretengas más, que voy a tomar mi sesión de rayos UVA en la UVI solar. Si me quieres bien y si no, también.
-Ve con Dios, pues. Y sigue pavoneándote a tus anchas y largas. Ya te iré a ver un día de estos, si no tengo nada mejor que hacer... que lo tendré.

Ángeles Córdoba Tordesillas © 2013


2 comentarios:

  1. Vaya vaya con Gervasio, como se pavonea y cuida el tipo; pero corre el riesgo de que su Inocencia, que le quiere de verdad, le deje un buen día. Delicioso tu relato; me encanta Gervasio.

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    1. Gervasio es uno más de estos personajes de mis "Vidas sencillas".
      Existe uno de ellos creo que por cada kilómetro cuadrado... Finalmente, resultan muy divertidos y entrañables.
      Gracias, Manolo. A Gervasio le gusta caerte bien, mientras se sigue pavoneando, por supuesto, eso no deja de hacerlo nunca.

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