“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a
Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.
Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.
Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.
14 jun 2015
EL MALABARISTA DE AFECTOS
Cuando quería sabía ganarse los diminutivos para llamarle, porque tenía ingenio, gracia, facilidad para endulzar los gestos y todo lo que se propusiera.
Pintaba sin óleo ni lienzo una sonrisa en la cara de quien le viniera en gana a primera hora de la mañana, sin haber tomado el café siquiera. También lleno de talento para ser cruel cuando algún cable de ese corazón colgandero o de su extraordinario cerebro hacía cortocircuito. Así sin más… porque era martes, por ejemplo.
A placer, jugaba, controlaba o maldecía. La luna tiene dos caras, mijito… la que muestra es blanca y luminosa, la que oculta… es la otra.
Alma infantil por inmadurez o también al libre albedrío, un poco psicótico, un poco “lerele”, tres dosis de arte, dos de mala leche.
Hacían cola para disfrutar de su ingenio, que lo tenía y se jactaba de ello. Y hablando de colas:
“Cuidado con mi amo…muerde”. Advertía el letrero de su perro.
Nadie lo leía.
FINALÍN
Ángel C. T. ©
POSDATA:
¿Querías un regalo para tu cumpleaños?
Toma este espejo.
Puedes aprender a hacer malabarismos con sus reflejos.
Mmmmmm, ¿Por qué será que todos conocemos alguno como es@?.
ResponderEliminarQué bien l@ has descrito, ni te sobra ni te falta...
Aunque yo añadiría después de "dos de mala leche", una soledad pero no de las buenas, de las que acompañan, sino de esas que amargan.
Sí, una soledad de esas que amargan la vida a sí mismo y a los demás.
EliminarGracias por opinar, Arantza.