Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

14 jun 2015

EL MALABARISTA DE AFECTOS

Loquito cuando quería. Aviso por si acaso. El corazón lo llevaba colgando por fuera. Podríamos decir que tenía mucho, porque se veía venir de lejos o que carecía de él, porque estaba fuera de su sitio. Se hacía querer pronto hasta asfixiar. Conseguía favores sin casi pedirlos… hábil manejando los egos y las vanidades. Rápidamente descubría de cada cuál su Talón de Aquiles.

Cuando quería sabía ganarse los diminutivos  para llamarle, porque tenía ingenio, gracia, facilidad para endulzar los gestos y todo lo que se propusiera.

Pintaba sin óleo ni lienzo una sonrisa en la cara de quien le viniera en gana a primera hora de la mañana, sin haber tomado el café siquiera. También lleno de talento para ser cruel cuando algún cable de ese corazón colgandero o de su extraordinario cerebro hacía cortocircuito. Así sin más… porque era martes, por ejemplo.

A placer, jugaba, controlaba o maldecía. La luna tiene dos caras, mijito… la que muestra es blanca y luminosa, la que oculta… es la otra.

Alma infantil por inmadurez o también al libre albedrío, un poco psicótico, un poco “lerele”, tres dosis de arte, dos de mala leche.

Hacían cola para disfrutar de su ingenio, que lo tenía y se jactaba de ello. Y hablando de colas:

“Cuidado con mi amo…muerde”. Advertía el letrero de su perro.
Nadie lo leía.
                                                                         FINALÍN

Ángel C. T. ©

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2 comentarios:

  1. Mmmmmm, ¿Por qué será que todos conocemos alguno como es@?.
    Qué bien l@ has descrito, ni te sobra ni te falta...
    Aunque yo añadiría después de "dos de mala leche", una soledad pero no de las buenas, de las que acompañan, sino de esas que amargan.

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    1. Sí, una soledad de esas que amargan la vida a sí mismo y a los demás.
      Gracias por opinar, Arantza.

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