Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

27 abr 2016

Y RESPETADO, DE APELLIDO

Inesperado como la lluvia, magnético como el sol.
Había llegado de madrugada para ponerle una sonrisa a la vida... Su encanto y luz deslumbraban entre los barrotes de aquella cunita. Y seguía sonriendo. ¡Siempre sonreía!
Nunca había visto antes algo tan tierno. Mi corazón quedó atrapado cantándole nanas día tras día. Fue lo más parecido a ser madre, sin haberlo sido.
Mi cariño por él fue creciendo a la par que crecía su cuerpo. Lo cuidaba con todo mi amor, su salud me preocupaba, su pierna, su asma... Se hizo mayor, demasiado pequeño.
No pude seguirlo. Iba muy deprisa para mí.
Vivir sin aliento es peligroso, le dije una vez. Párate un poco... Respira.
Pero los sentimientos no se olvidan. Solamente que el tiempo coloca tantas cosas encima...
Más que yo nadie lo querrá.
Tal día como hoy, la vida un hermano me regaló. Siempre he dado las gracias por ello. Lo sigo haciendo.
Libre albedrío se llama.

Ángeles Córdoba Tordesillas


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