que te arrastran al núcleo de la belleza.
No puedes apartar de ellos los ojos,
como cuadro pintado que te embelesa.
Ni dejar de leerlos o escucharlos,
como melodías de besos.
Te envuelven en una luz sanadora
que te resucita por dentro
sin haber muerto todavía.
Son esos poemas que una querría haber parido,
sin haberlos gestado.
Que se hubieran desprendido de un sentimiento propio
sin necesidad de escribirlos.
Hay algunos que te subyugan,
que te roban lo más recóndito que guardas
para sacarlo sólo en la intimidad de las lágrimas.
Que te bañan de emoción.
Que te atrapan.
Y no puedes ni quieres resistirte.
Sucumbes a su verdad,
a esos versos que parecen derramarse,
como se desborda la felicidad del alma...
Poemas así, son totalmente ajenos a lo ajeno
y libres de todo dueño.
Nunca serán pertenencia de nadie,
sino Patrimonio de la Humanidad.
Siguen su destino, desde que nacen, hasta el infinito.
Y te olvidas hasta de su título…
pero están licenciados de por vida.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
Fotografía del atardecer de esta misma tarde, hecha con estas gafitas que Dios me ha dado. |
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