Eres el mes de la vida interior.
El mayor.
El que crece hacia dentro.
El de frialdad aparente pero de cálido contenido.
El sabio.
El que aprendió y comprendió.
El que estudia cómo poner en práctica
lo que nos llevará a mejorar aquello que deseamos.
El que inicia los trámites necesarios para cambiar nuestras vidas.
En el que paramos y tomamos conciencia.
En el que hacemos repaso e inventario de todo el año.
El de la reflexión e introspección.
El que pone punto final a lo que nada aportó
y crea nuevos hábitos y propósitos.
El que termina con las lamentaciones y cura las heridas del pasado.
Llorando, sin temor, por lo que se marchó y los que marcharon,
pero quedaron para siempre formando parte de nosotros.
El que sonríe a su prójimo, el que da la mano, el solidario.
En el que nos encontramos cada uno, cara a cara con el amor.
El que abre las puertas a los humildes, a los mendigos,
a los que pasan hambre y frío en el espíritu.
El que hace sitio en su mesa y en su corazón.
Ese eres tú, mi Diciembre.
No eres el más florido ni el del sol radiante, te sueles vestir de nieve.
Pero te respetamos mucho
pues eres el más anciano de todos lo meses.
El último del año pero no el del adiós
sino el de las nuevas oportunidades.
El de “volvamos a empezar
y probemos a hacerlo de una manera distinta
que nos traiga más felicidad, más humanidad
y una satisfacción más profunda”.
Bienvenido seas, un año más,
mi querido Diciembre.
Entra y ponte cómodo, te lo mereces.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
O meu é Janeiro :)
ResponderEliminarYa pensaré en algo para entonces, Eduardo.
EliminarMagnífico !!! Feliz viernes hermanita
ResponderEliminarGracias, David.
EliminarFeliz fin de semana, para vosotros.