Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

7 dic 2015

SI ME AMASES

Si me amases,
sabrías que no soy el pez que pescaste,
ese pequeño que mordió el anzuelo,
sino la red.
No soy la voz callada del silencio
aunque no hable, y no diga,
sino el grito de la esperanza.
La fértil pregunta devastada,
humillada, túmida, lánguida,
que no exige pronta respuesta.
No la brisa del mar,
entrando por la ventana.
Que mis heridas aún sangran.
Que llego descalza,
con los pies doloridos,
y el sudor baja por el precipicio
de mi frente asustada, aterrada,
como por mis mejillas, mis lágrimas.
Que mis huellas se entierran
en la profundidad del pasado,
tal que arenas movedizas,
que me impiden avanzar.
Que vengo cansada
de luchar con los engaños,
las envidias, los abandonos,
las injusticias…
Si me quisieras,
como yo te quiero,
calmarías el agitado viento
de mi aliento.
Detendrías el temblor de mis manos,
acunándolas entre las tuyas.
Y serías el remanso de paz,
en las noches nuestras,
que necesito,
y que no te pediré.
A pesar de que me caiga
al llegar a la puerta de tus brazos,
rendida de realidad mundana.
Porque yo nunca pido.
Yo sólo amo.

Ángeles Córdoba Tordesillas. ©


Edward Hopper (Room in Brooklyn-1932)

6 comentarios:

  1. Me gusta todo lo que escribes. Este poema es bellísimo. Te felicito.

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    1. Gracias,Daniela y bienvenida. A mí me encanta tu nombre. Un saludo.

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  2. Otro pedazo de poema para guardar en la hemeroteca !!! Enhorabuena Ángel, que tengas un feliz y armonioso día, un beso.

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    1. Me alegra que te haya gustado, David. Es suficiente con guardar, esencialmente en la memoria, lo que te ha haya hecho sentir. Muchas gracias por este comentario tan halagador. Un beso.

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  3. No es necesario querer a uno o a una para abrir los brazos del reposo , solo falta el haber sentido alguna vez el agotamiento del camino , uno guarda el agua de sus besos para la sedienta boca de la recien llegada.
    Maravilloso poema , me ha entristecido, no dire mas de lo que ya se ha dicho.

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  4. Abrazos, besos, cansancio por el camino andado... ¡si amásemos!
    Gracias, Jesús.

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