-¿Cuáles?...
-No se haga el tonto- Dijo el profesional, señalando el queso, mientras el arrestado miraba para otro lado, jugando al despiste.
–Hummm... ¿no es un queso gruyere?- Preguntó el que había sido detenido ya anteriormente por varios delitos parecidos.
-No. Los agujeros se han hecho después del queso.
-Pues ni idea.
-Observe bien estas señales, de dos dientecitos, que alguien ha clavado en él, con intenciones asesinas, sin duda, ¿no le recuerdan a otros, familiares, tal vez vistos en su espejo?
-Déjeme pensar, déjeme pensar... No, para nada. Es la primera vez que los veo.
-¡Tendrá poca vergüenza o ninguna! ¡Muéstreme los suyos, ahora mismo!- Exhortó el felino, sagazmente.
Pero aprovechando una compleja contorsión que realizó, para estirar su columna vertebral, ¡zas!, el ratoncito se escabulló entre sus patas y se coló de nuevo en la ratonera.
-¡Ya me la ha vuelto a dar con queso, maldita sea! Es tremendo este Jonás “delincuente habitual”. Mucho peor todavía que el Ratoncito Pérez;al menos éste a cambio deja alguna moneda pero entre el uno y el otro me tienen aterrorizado al barrio entero, con sus innumerables hurtos nocturnos. No sé qué voy a hacer con ellos. Iré a tomar mi ración de comida diaria con un poquito de agua, mientras lo pienso. Y no se le tragará una ballena, no, al tal Jonás… Grrrr.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
SE BUSCA. Jonás, delincuente habitual. (Ilustración mal hecha, por estas gafitas que Dios me ha dado) |
Muy graciosa esta historia, Angel. Un abrazo
ResponderEliminar¿Muy graciosa?... Pregúntale al gato, verás lo que te dice, Celia.
EliminarGracias.