Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

12 ago 2017

ADIÓS, ANCESTROS, ADIÓS

-Vamos, Juana, que hoy es un día extraordinario. Hemos desembarcado en el quinto pino y dejado atrás lo que nos dañaba.
-Sí, siento cómo mi alma suspira aliviada. Han terminado los tiempos de sufrimiento. Todo está resuelto felizmente.
-Pues ale, a plegar velas y desplegar alas. Pasamos a volar por el cielo que es lugar que nos corresponde. Allí es donde vamos a vivir, a partir de ahora.
-Eso es. El sentido de urgencia y el sentimiento de culpa se ha ahogado en la travesía, junto con la vergüenza,  incomprensión y otros desprecios. Me siento liberada de una gran carga… Ya ni me duele la espalda.
-Genial. Yo, como tu sombra que soy, doy fe de que el pasado ha quedado sepultado. Que es el presente nuestra casa.
-¡Mira, cómo se van lejos esos pájaros negros...!
-Y mira tú, el inigualable brillo del sol de la tarde, reflejado en el agua del mar.
-Escribiré un poema con todo esto o quizá un diálogo corto.
-Será lo que desees. No hay desacuerdo entre nosotras. La armonía nos colma de dicha.
-¡Y tanto! Soy feliz, completa y profundamente, feliz.
-Tenemos una vida entera para celebrarlo.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©

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