Casi una vida entera, tú, yo, lo nuestro…
Mi pertinaz empeño en que formaras parte de esos sueños.
Esa nube de esperanza que no dejó de viajar al extranjero
de otros besos.
Donde ya nada podría alcanzarte. Ni una gota de melancolía devolverte.
Naciste entre mis pensamientos y después partiste para siempre.
Cuando ya era demasiado tarde, me refugié en tu recuerdo.
Solamente hay un eco que el silencio no se ha aprendido.
Es el sonido de mi corazón.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
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