No era materialista, abstracto un poco, qué carajo. Y por las noches, surrealista, lo mismo le daba al sur, que al real, que a la lista; ojo, que no hablo de sexo sino de música de saxo. Que sabía tocarlo de soslayo.
Nunca había aprendido a ponerse en forma ni en su sitio; el colmo para una figura de su talla XL, ni a decir las verdades a gritos, como hacían los otros, con sus razones; sinceridad capciosa, ironizaba la osa.
En cuclillas se parecía a una planta tropical por las esquinas. Y tumbado, al Manco de Lepanto. Bueno, dejémoslo estar… de pie. Todo apunta a que es más feliz quien más horas pasa en horizontal pero bueno…
Y llegó el día de hacerse respetar, ¡tachán! Y poner en práctica lo que sabía. Su signo era leo, postizo, por ese renacer imprevisto que había tenido en 21 de agosto (día de eclipse lunar). Así que tendría arrestos suficientes para reafirmar su autoridad personal que era poca.
“Voy a afrontar lo que venga y a partir de ahora mi vida será solamente mía. No dejaré que nadie decida por mí, me diga lo que tengo que hacer, ni invada mi carril central. Esto es lo que me he prometido a mí mismo. Así que el que quiera avenirse conmigo, genial, y el que no… que siga su camino.”
-Una pizza cuatro estaciones, Federico, a la mesa tres.
-Ya la llevo. ¡Pero será de tres estaciones y a la mesa cuatro!
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
Muy hermoso tu relato. Me da que te gusta tu saxo. Ya sabes que yo me avengo contigo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Manolo.
ResponderEliminarYo encantada de que te avengas conmigo pero no seamos "avengativos" que está feo.
"Avengativos" nunca
ResponderEliminarEso.
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