Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

6 ago 2017

RELATO DE CIERTA FICCIÓN

Mirella tenía alergia a la mentira. Cada vez que oía una, le picaba el cuerpo entero.

"-Pues hija, como para haberte casado tú con Pinocho…
-Pero si era un muñeco de madera de pino, cuñada".

Y Mirella, día que salía a la calle, día que volvía con la cara, el cuello y los brazos hinchados de tanto rascarse.

"Vaya un prurito insoportable que traigo… Yo no sé cómo hacer para evitar estos rascamientos incesantes. Empiezo por la cara y sigo con el resto del cuerpo".

Terminó por no salir de casa y decidió hacer la compra por Internet. Pero hasta Google le producía, en muchos momentos, un comezón irrefrenable y se veía obligada a cerrar sesión para aliviar el persistente malestar.

Hagamos un esfuerzo todos, aunque sea por Mirella, inocente ella, para que esa incontinencia de falacias humana que sufrimos, vaya encontrando freno a la medida, directamente proporcional, de cada embuste. Seamos conscientes de que existen antihistamínicos para casi todo, menos para aliviar los efectos nocivos de la mentira odiosa.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


Mirella indispueta por picor casi permanente y exacerbado. 

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