Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

30 ago 2017

HOMENAJE A MARIBEL

Sólo he tenido una amiga que se llamara Maribel. Y la considero así porque lo fuimos, por pocas horas.

Era vecina de una amiga de ambas. Estábamos pasando el día en casa de ésta, con mi hijo de un mes de edad. Ella entró como un tsunami, con una fuerza arrolladora, y una sonrisa espléndida. Saludó a todos. Y después de conocer a mi hijo, me pidió tomarlo en sus brazos.
-¡Qué precioso es!-comentó.
-Sí -dije yo, madre orgullosa.

Luego, a solas las dos, me aconsejó, con un gran brillo en su mirada:
-Disfruta cada momento que tengas con él. Yo no disfruté de mis hijos cuando eran bebés, siempre estaba demasiado cansada y hacía todo con prisa; ya ves que soy un puro nervio, porque antes de que te des cuenta, habrá crecido y entonces, ya no será como antes. Disfruta cuando le des de comer, cuando lo bañes, cuando te sonría, cuando le vistas y le peines, disfruta siempre.

Inevitablemente, una persona que emanaba tanta luz con su presencia y sus palabras, captó mi interés al instante.

Nos hicimos amigas de una forma implícita, tácita o como se diga. Ese caerse bien sin expresarlo con frases hechas; que si parece que nos conocemos de toda la vida, que si tengo la sensación de haberte visto antes, etc. Me habló entonces de sus hijos: Gabriel, Teresa y Guillermo.

Poco tiempo después, en el zoo de Madrid, conocí a los tres hijos de Maribel. Tan preciosos como su madre. Pero parecían tristes y preocupados. Todavía eran pequeños y no entendían lo que sucedía… Habían venido a pasar el día con nosotros, mientras su mamá estaba hospitalizada. Unos días antes, había cruzado delante de un autobús sin mirar, justo después de bajarse de él, y no vio un coche que pasó y la arrolló. Quedó en estado de coma. Ella no volvió a despertar. Murió unos meses después.

Este es mi sincero y sentido homenaje a Maribel que, con su ejemplo, de vida y de muerte, me enseñó por emisión y omisión, dos valiosas lecciones que nunca olvidaré y que intento poner en práctica, en tanto en cuanto mi rebelde naturaleza humana me lo permite:

Vive de forma consciente y con calma cada momento, y disfruta intensamente de aquello que mañana ya no será igual que hoy.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


3 comentarios:

  1. Y se que tu aprendiste la lección de Maribel mejor que nadie y prácticaste y sigues practicando sus enseñanzas. Y que por eso la recuerdas con tanto amor.

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    1. No sé qué decirte, Manolo. Aprender una lección no implica tenerla siempre presente. Hace falta vivir de forma consciente cada momento para hacerlo. Lo intento, eso sí, pero también es verdad que podría poner algo más de mi parte.
      Gracias por tu confianza en mí.
      Lo que es cierto, sin discusión, es que la recuerdo siempre con mucho amor.

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