-Resulta que soy tu jefa infiltrada, de verdad de la buena, de la cadena de zapaterías en la que estás trabajando.
-¡Oh, Dios mío, nunca lo hubiera sospechado, estando por más de 100 cámaras rodeado y con un programa de televisión en antena llamado “
El jefe infiltrado”!
-Pues así es. Y me ha encantado tu manera de vender
a todo trapo. Eres el mejor dependiente, sin pendiente, que tenemos y a partir de ahora te nombraré encargado. Aunque me hayas dicho,varias veces, que preferirías, incluso, el despido improcedente.
-Pero si ya lo soy.
-¿Encargado?
-Sí.
-Bien, pues a partir de hoy, seguirás siéndolo.
-Bueno, pues qué vamos a hacerle, si no hay más remedio…
-De verdad que eres impresionante, casi un superhéroe, y sin capa, por el trabajo que haces. Tienes mi admiración absoluta. Debo recompensarte por ello, no tengo más remedio, porque tu sueldo no es suficiente para hacerlo.
-Si quiere subírmelo, puede… no pondré objeción alguna al respecto.
-No es necesario ese sacrificio ni por tu parte ni por la mía. Mira lo que tengo previsto: Te pagaré un curso de ortopedia para que te sientas realizado y no estés tan frustrado en las horas de trabajo.
-Ya me lo he pagado. Soy diplomado. Y tengo un máster en zapatería española, realizado en Madrid y otro en Andalucía, por aquello de que anda…
-Vaya, pues otro día será o para otro empleado que no sepa tanto. Y ahora, si abres este sobre encontrarás una sorpresa en su interior, que no te esperas, por eso se llama sorpresa.
-¡¿Dos billetes de tren para
Cercedilla?!
-Eso es. Uno para ti y otro para tu mujer; sólo de ida que están caros. Y es un pueblo precioso en el que se respira de maravilla.
-Soy soltero y sin compromiso.
-¡Pues hijo… para algún amigo o para volver tú mismo!
-Bien, ¿quiere decirme algo más o ya es suficiente?
-Me fui verdaderamente satisfecha y con dos números más en los zapatos, que lo sepas. Así que quiero contar contigo, para los restos y las rebajas de enero, y levantar el negocio, como si fuera un rascacielos Y que conste que no es éste un programa de promoción, ni mucho menos. Hacemos televisión de formación y a degüello.
-¿Puedo irme ya?
-Claro, por supuesto. Pero antes, dame un abrazo, amigo-empleado. A partir de ahora, amigos hasta la muerte pero sin derecho a roce.
-Al menos de algo me he librado.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©