Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

9 oct 2014

AMISTAD DE DOS ALMAS AFINES

R y C, se conocieron en la calle, como aquél que dice.

Desde el primer momento en que cruzaron sus miradas supieron que sus destinos quedarían unidos para siempre. Ambos se comunicaron en poco tiempo una vida entera de sensaciones y experiencias mil... puede que mil cien.

Antes de regresar a sus moradas, encontraron un saco lleno de palabras y rebuscaron dentro para formar versos, relatos y alguna que otra receta de cocina. Eran felices compartiendo sus paseos.

Aquella sobremesa, mientras el resto dormía la siesta, salieron, como solían hacer, a dar un paseo hacia los olivos viejos, a las afueras del pueblo.

Después de caminar y jugar felizmente con todo cuanto se les ocurría, volvieron a la plaza redonda a beber en la fuente pues estaban sedientos. Primero fue C y luego, una vez saciada su sed, se acercó R, con lo misma intención. Apareció un hombre de edad indeterminada, podría ser forastero y dándole una fuerte patada a R. le gritó:

-¡Aparta chucho!

El animal, ya cansado de las dos horas de paseo y tan sediento, cayó al suelo y casi desmayado del dolor. Posiblemente le rompió alguna costilla… C arrastró un gorra de bebé que encontró, al lado de la fuente, llena de agua y se la acercó hasta el hocico de su amigo. Le partía el corazón verle tirado en el suelo y temblando del dolor. Luego se volvió hacia aquél, que de caballero tenía poco, y proliferó unos cuantos ladridos como reclamación y para expresar su gran disgusto e indignación, por aquél acto injusto.

Una vez que el señor, por llamarle de alguna manera, -aunque posiblemente tuviera un nombre pero lo desconocemos- se marchó con su frustración vestida de violencia a otra parte, los dos perritos respiraron tranquilos… Entonces C se acercó a su compañero de juegos y otras diversiones e intentó reconfortarle diciendo:

-No te preocupes amigo, es verdad que no tenemos raza ni pedigrí, que sólo somos dos chuchos pero es que de lo demás… hay mucho.

Moraleja: Tengo un hambre canina de amistad verdadera.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©
(Dedicado a Paco Romero)




7 comentarios:

  1. Yo llevo tiempo notando ese mismo hambre y no la sacio ni queriendo. Ando encasillada en esa faceta. ¡¡Qué bonito Ángel, de verdad!!.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues un día, habrá que darse un buen banquete de verdadera amistad y brindar por ella, Arantza. Gracias por expresar ese "hambre" en forma de palabras.

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Yo me he quitado el hambre con vuestra maravillosa amistad,me llenais por completo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Vaya, la cosa va de apetitos... Pues cualquier hora es buena para saborear estos agradables comentarios que hacéis, a los que dedicáis vuestro tiempo y que os agradezco mucho, Fátima.

      Eliminar
  4. Mi hambre se sació en buena parte por tu amistad, porque se que estás siempre. Y la amistad cada vez más cercana de gente encantadora como Arantza y Fátima. En mi mundo, hay al menos tres soles, vosotras.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por verme como un solecito amigo. Lo mismo siento yo hacia ti, Manolo. Gracias.

      Eliminar