Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

15 abr 2015

LA SENCILLEZ

Una florecilla silvestre es hermosa y nunca intenta destacar. Se conforma con ser parte de un conjunto y hacerlo más bello con su existencia. De participar en el plan divino, siendo una sencilla expresión de su Creador, para tapizar, de alegres colores, el suelo del campo, cual alfombra primaveral.

Parece igual que las demás, aunque es única, irrepetible y… efímera. Lo que la hace más hermosa y valiosa todavía.

El secreto sublime de esa simple flor es que su esencia es atemporal porque está unida a la divinidad. Así, solo se ocupa de nacer y crecer...

¡Y cuán de maravillosa es esta oportunidad de estar viva, que hasta de una simple florecilla del campo tengo algo que aprender!


Ángel C. T.


Fotografía hecha con estas gafitas que Dios me ha dado.

2 comentarios:

  1. Nacemos y morimos, pero de alguna manera somos atemporales, como la flor. Alguien dijo que todo el universo estaba en función de nuestra propia existencia.

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