Me aferro a un suspiro de magia,
a un hálito de fantasía.
Las estrellas entran en la morada del alma
Luciendo, con sus destellos plateados,
sobre la cumbre de la esperanza,
iluminando otros sueños.
Renunciar a más ya no puedo o no sé.
O no sé y no puedo.
Tú has sido mi jardín.
Mi luz en las noches.
Mi agua en el desierto.
Y me aferro a la memoria
ondulante
que pasea revoltosa
entre mis miedos,
con tu sonrisa en sus manos.
Como si eso me fuera a traer alegría,
o la dulce danza de la paz.
Me aferro a la sombra de la nada.
Porque eso es lo que me queda
después de verte partir…
Y sé que no es bueno aferrarse
ni para el corazón un consuelo.
Lo sé.
Aquí… sentada… respirando…
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
Yo pienso que nos tenemos que aferrar a nosotros mismos primero. A esta vida a la alegria, al amor a sentirnos bien, a disfrutar a ser felices en resumidas cuentas ya que esta vida es como un abrir y cerrar de ojos.Un abrazote
ResponderEliminarAsí es. Totalmente de acuerdo contigo. Pero en la poesía se exalta el amor, las emociones intensas, puntuales, pues ése es su lenguaje. Es el modo en el que corazón se expresa, confiesa, grita... Generalmente son las pasiones humanas las que le arrastran a la necesidad de plasmar sus latidos.
EliminarHay amores y Amores. Tú hablas de los segundos, de los permanentes no de los temporales. En esta poesía hablo del desamor de los primeros.
Gracias por esta aportación tan enriquecedora, Celia. Otro abrazo para ti.