Tenían proyectado ese día de campo, desde que nacieron. Así que era domingo, en medio de una ola de calor que derretía hasta las varas de las sombrillas y fundía el metal de los enganches de los puentes dentales. Mucho calor, para pasmarse. Toda la familia al completo con sus respectivas tarteras de plástico.
A la orilla del río, los niños jugaban aturdidos con algo de agua que quedaba, más que en un charco, tras esas altas temperaturas y las exiguas lluvias de la última primavera. Los caracoles, con sus cuernos bien puestos, paseaban presumidos sobre las piedras. No había palmeras porque no era el desierto, tampoco hay que pasarse, ni Alicante siquiera.
Bajo la sombra de un árbol de copa ancha se cubrieron las espaldas del sol vengativo, como el que más, cuando a uno le pilla distraído y con cincuenta grados a la sombra.
-¿Para qué te has traído las castañuelas, hija, con el calor que hace?
-Para ensayar. Tengo una clase de flamenco consentida por ambas partes, examen incluido, a mediados de esta semana en la escuela primaria BBB, de bailes bien bailados.
-Con lo bien que hubieras estado, como tus hermanos, a flote en estas aguas turbias de tres centímetros de profundidad, sin banalidades castañeriles.
-Papá, que ya no tengo nueve años… por favor…he cumplido diez la semana pasada.
-Disculpa a tu padre, hija, hay cosas que se me pasan por alto, como la azotea de la casa que todavía no la he estrenado y está allí desde que la compramos o eso decís, o como el hueso del perro cuando tu madre se lo lanza desde lejos.
-No te preocupes papá, te quiero a pesar de todo, sé que estás en una edad difícil, cerca de la adulta, y nos hacemos cargo. Tendremos toda la paciencia que haga falta contigo.
-Gracias, hija. A veces escuece tanta comprensión filial.
-¿Qué más puedo hacer por ti?
-Nada, ya es bastante con saber que estoy aquí y que a pesar de que no te he parido he contribuido, y lo sigo haciendo, a tu manutención formidable, yo, hombre de gustos sencillos. Y mira qué nubarrón negro nos viene por derrame del cielo. Y al fondo a la derecha se abren algo esas otras nubes y un rayo de sol ahora me ha entrado en el ojo, como inmigrante llegado en patera hasta la costa española. Perdona, hija, he dicho que no te pedía nada, pero si me haces este favor temprano de interponer tu cuerpo entre el sol y mi rostro, que me está haciendo polvo las retinas, te lo agradeceré toda la vida próxima, como si fuera ésta.
-Por supuesto que sí, papá, aquí estoy yo para que no te ciegue el sol y venga esa sangría nacional con rodajas de fruta fresca, sin alcohol y para niños superdotados.
-Mira, la mayor ya está despatarrada y estirando las piernas hasta un país vecino y la pequeña está jugando con un diplodocus de la edad del pavo.
-¿Un diplodocus? ¿Y de dónde lo ha sacado?
-De la edad del pavo, te digo, seguramente prehistórico. No te lo puedo afirmar con certeza porque no lleva matrícula, ni por detrás ni por delante.
-Ah, entonces no tenemos nada de qué preocuparnos.
-Según...
-¿Por qué dices según, Segundo? ¿Echa fuego por la boca?
-Así es. Será por la crisis. Yo no le daría demasiada importancia... no vaya a ser que si se lo retiramos de la vista a tiempo, la niña se nos traumatice y el traumatólogo está de baja.
Una tormenta innecesaria les pilló sin recambio para las piernas y no les dio tiempo a salir corriendo… Así que un rayo celestial les abrió, amablemente, las latas de conservas y las chapas de los botellines de cebada líquida, ya más calientes que un sapo de verano.
-Recogeos rápido que estas lluvias infiltradas nos van a fastidiar la jornada campestre. Vamos, esas castañuelas que se te escapan entre los arbustos y te salen por peteneras.
-Niños, quitaos ya los chubasqueros de encima de los trajes de baño que os vais a mojar ahora sí que sí y de lo lindo.
-Mami, la goma del cabello se me ha encogido y no me entra la coleta. No puedo soltarme el pelo, soy demasiado joven para ello, y se me enfosca como una verbena de pueblo… y luego, a última hora de la tarde tengo una cita con un chico que me gusta bastante.
-Pues toma la cinta de la parte superior del bikini de tu hermana, no es tan moderna como tú, pero dada su corta edad aún, seguro que no le importa refrescar sus encantos al viento.
-Bueno. Se la pediré pero tengo serias dudas de que vaya a entender la situación momentánea.
-Ni hablar, no me quito la parte de arriba ni harta de sangría infantil que ya se me nota algo de bulto.
-Si no se te mueven ni al bailar las sevillanas…
-No, no te empeñes. A veces es peor el remedio que la enfermedad. Que se te rice el pelo y yo tapada como es debido. Somos una familia numerosa pero decente.
-Pero no sigáis discutiendo que tenéis tres lagartos haciendo cola para tumbarse sobre las rocas, como en la caja del Alcampo. Ya arreglaréis vuestras diferencias en casa y Jesús bendito, cómo se está poniendo de agua la nevera de campo y las toallas para secar los cuerpos serranos.
-Querida, me cuesta decirlo. Sé que teníamos todos, mucha ilusión en que este día fuera maravilloso pero se nos está echando a perder de una manera espantosa. Me atrevería a decir, si me lo permites, que está siendo un verdadero desastre. Se me ha colado un rayo de sol por la entrepierna, a pesar de la interposición espacial de la niña que lo ha eclipsado todo lo que ha podido, y siete hormigas en la axila; que están las pobres descontroladas por no saber dónde meterse con este hedor que desprende. Y ahora va y cae toda el agua de la primavera pasada condensada que estaba, la desgraciada, o escondida para que no la viéramos, y se está llenando, hasta el borde, el pantano en un abrir y cerrar de mochila.
-Vámonos a casa, si queréis. Puede ser que el día ya no se arregle. Cuando comienza con estas cosas… es difícil. Se tuerce y se tuerce. Recuerda que nos pasó una vez algo parecido con aquella nevada que nos cayó en plena sierra de Granada… El tiempo climatológico tiene esta imprevisibilidad atmosférica congénita… ¡quién iba a sospecharlo! Y no íbamos preparados, como en esta ocasión que, sin saber por qué razón de intuiciones acertadas, nos hemos traído los chubasqueros sin necesidad de que ningún vecino nos dijera nada.
-En fin, el hombre del tiempo ayer dio pistas…
-Si, es verdad, pero pensamos que serían de aterrizaje.
-Pero cariño, si no habla nunca de aeropuertos.
Las castañuelas, finalmente, se fueron por peteneras con los lagartos y se llevaron la sangría de bebés a cuestas sobre las conchas de los caracoles retrasados en el tiempo.
Ya quedarían otro día para lo mismo pero en que las condiciones externas fueran favorables para familias viajeras y tradicionales como las orquestas de los pueblos. Un día bonito por fuera, habría de llegar, antes o después. Todos seguirían confiando en ello.
Ángeles Córdoba Tordesillas. ©
Es que cuando la canícula se activa por encima de sus posibilidades, provoca una descarga de nubes y verborrea imparable para todos los campistas... y eso con sangría sin alcohol.Genial
ResponderEliminarMuchas gracias por tan divertido comentario, amigo. Y también por lo de "genial".
EliminarQue excursion mas divertida y por todas las hazañas que pasan.,´´ Que familia ´´. Un beso
ResponderEliminarBueno, Celia, bien podría ser una caricatura de cualquier familia española numerosa, a la que le guste salir de excursión al campo... ¿No recuerdas aquellos domingos nuestros?
EliminarGracias por tu comentario.
Desde luego una excursión de lo más ''peculiar''....no falta de nada;al contrario sobra imaginación de la autora del relato.Muchas veces ( casi todas) las cosas proyectadas con tanto tiempo salen lo contrario de lo que esperamos y,no por eso menos divertidas .Además, una familia muy original y divertida,de eso no cabe duda.El calor ha dejado su puntillo en todos jajajaj.Siempre habrá tiempo de hacer otra excursión,pero seguro, que no tan divertida como esta.Muy bueno Ángeles .Un beso!
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado, Joaquina. Ya veo que has sacado el tiempo para emplearte a fondo en la lectura de esta excursión planificada. Te lo agradezco y también tu acertado comentario; muchas veces lo que no entraba en los planes resulta mucho mejor. Otro beso para ti.
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