Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

3 nov 2015

MIRADA AUSENTE

Los ojos del tiempo han quedado fijos en la ventana de su alma. Sin edad, descubriendo el mundo, voraz, "moza", decían los jóvenes de viejos años. Partió un día, sin parto ni neonatos, sin hacerla madre todavía, por una guerra inventada, él.

Lloran soledad las horas pasadas, escurren por el cristal de esa ventana... Lluvia inmensa, intensa, tormenta de sentimientos torrenciales. Alas postizas colgadas en las perchas del mañana... y los sueños con ellas.

“¡Ya lo vemos llegar de lejos!, gritaron las voces del asombro.
Vayamos a su encuentro. Salgamos a recibirle, como se merece... “

La voz de la experiencia sugirió en silencio, “¡para!”

Ella no quiso escuchar al dolor golpear más las contraventanas y decidió regresar al lugar en donde reside la calma. Dejó aquella estancia recogida y las persianas bajadas. Un beso olvidó con las prisas, en un rincón de la sala, quizá, sobre cierta fotografía.

Ya no hay tormentas consentidas ni pensamientos con forma de silueta de hombre, en medio de la niebla de los recuerdos, en la dispersa lejanía. Las carencias afectivas pesan en su escaso equipaje.

Nunca volverían esos ojos a mirar tras la ventana. Para no ver pasar el pasado ni la desesperanza.

Celeste sueña, desde entonces, en blanco y negro. Los motivos los desconozco. Pero Celeste no me los cuenta...

Ángeles Córdoba Tordesillas. ©


Fotografía de su autor. 

8 comentarios:

  1. Hermoso, sensible y emotivo relato-poema. Los ojos del tiempo a veces traicionan nuestro presente porque no traen las remembranzas o nos las esquilman. A veces.

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    1. Los ojos del tiempo no dejan de mirarnos a todos. Gracias, Manolo.

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  2. Muy bien, este relato tan dulce como Celeste.

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  3. Bello, los ojos del tiempo ven y callan a la vez!

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    1. Ven, callan y recuerdan...
      Qué alegría tenerte andando por esta nube, Sandra. Muchas gracias por entrar y comentar. Espero seguir viéndote por mucho tiempo.

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  4. Me ha encantado Angel !!! Un beso y feliz jueves

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    1. ¡Qué alegría, David!
      Disculpa el retraso en responder este comentario... se me había pasado por alto.Gracias.

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