Lloran soledad las horas pasadas, escurren por el cristal de esa ventana... Lluvia inmensa, intensa, tormenta de sentimientos torrenciales. Alas postizas colgadas en las perchas del mañana... y los sueños con ellas.
“¡Ya lo vemos llegar de lejos!, gritaron las voces del asombro.
Vayamos a su encuentro. Salgamos a recibirle, como se merece... “
La voz de la experiencia sugirió en silencio, “¡para!”
Ella no quiso escuchar al dolor golpear más las contraventanas y decidió regresar al lugar en donde reside la calma. Dejó aquella estancia recogida y las persianas bajadas. Un beso olvidó con las prisas, en un rincón de la sala, quizá, sobre cierta fotografía.
Ya no hay tormentas consentidas ni pensamientos con forma de silueta de hombre, en medio de la niebla de los recuerdos, en la dispersa lejanía. Las carencias afectivas pesan en su escaso equipaje.
Nunca volverían esos ojos a mirar tras la ventana. Para no ver pasar el pasado ni la desesperanza.
Celeste sueña, desde entonces, en blanco y negro. Los motivos los desconozco. Pero Celeste no me los cuenta...
Ángeles Córdoba Tordesillas. ©
Fotografía de su autor. |
Hermoso, sensible y emotivo relato-poema. Los ojos del tiempo a veces traicionan nuestro presente porque no traen las remembranzas o nos las esquilman. A veces.
ResponderEliminarLos ojos del tiempo no dejan de mirarnos a todos. Gracias, Manolo.
EliminarMuy bien, este relato tan dulce como Celeste.
ResponderEliminarGracias, Celia.
EliminarBello, los ojos del tiempo ven y callan a la vez!
ResponderEliminarVen, callan y recuerdan...
EliminarQué alegría tenerte andando por esta nube, Sandra. Muchas gracias por entrar y comentar. Espero seguir viéndote por mucho tiempo.
Me ha encantado Angel !!! Un beso y feliz jueves
ResponderEliminar¡Qué alegría, David!
EliminarDisculpa el retraso en responder este comentario... se me había pasado por alto.Gracias.