Uno, dos, tres, algo para picar, cuatro, cinco, una escapada al servicio, seis, siete... Otilio terminó con un dolor de cabeza terrible, viendo tanto programa seguido de televisión. Era sábado y tenía que hacerlo. Era el ritual acostumbrado para no pensar. Qué maravilloso era estar vivo, pese a todo…
Hubo un tiempo en que compartía piso y vida en pareja con Sabrina. Hacían proyectos que nunca habrían de realizar. Pero, aún así, era fantástico tener con quien imaginarlos. Los fines de semana, juntos, eran una delicia. Los echaba de menos pero… intentaba no amargarse la vida por culpa de la decisión precipitada de ella.
Se dijo así mismo que era estupendo ver siempre las cosas de forma positiva. Sí, era hombre afortunado por ser así.
Y al día siguiente, ¡la final del partido de fútbol! Podría pedir una pizza y algunas latas de cerveza. Estupendo, no tendría que fregar un plato… ya no quedaba ninguno limpio de la vajilla completa. Todo era formidable... nunca entendería porqué ella se marchó. Lo que se estaba perdiendo… Otro hombre como él, no lo iba a encontrar fácilmente.
“Desde luego, a las mujeres no hay quién las entienda. No saben lo que quieren. Y pese a mi probada esterilidad, siempre podríamos adoptar, si se le hubiera encaprichado ser madre; como cuando se le metió entre ceja y ceja, matricularse en la universidad para hacer una carrera, así, a sus treinta y tantos, y se lo permití, sin problemas. Abierto, como soy, al diálogo en pareja... En fin, mejor es no seguir dándole vueltas al tema, no me lleva a ninguna parte.
...Y teniendo un futuro profesional asegurado. ¿Quien podía decir eso, en tiempos de crisis? Con un puesto estable, de enterrador. Con las ventajas de trabajar para el Estado. Menudo chollo soy yo… Podía ofrecerle una estabilidad económica, una seguridad; siendo mujer tan insegura para todo, como era ella…
Cada vez que recuerdo que decía que la trataba como a una perra, sólo porque le hacía recoger mi ropa interior con los dientes para echarla a lavar, es que me entra una mala leche impresionante. ¡Nada más era un juego inocente! Nunca entendió mi sentido del humor… Y de la noche a la mañana, se larga... Total, porque algunas veces se me fue la mano...
Que no tenía detalles, decía… y la trataba como a una princesa. Y todo le parecía poco. ¡Si hasta le regalaba coronas de flores estando viva… aún…! ¡¿Qué más quería que hiciera por ella?!”
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
Que tristeza por dios, pero la está tan bien contado que llega profundo.
ResponderEliminarGracias, Manolo.
EliminarÁngel, Me encanta tu relato, pero menudo tipo
ResponderEliminarMenudo tipo, Pepi. Gracias.
EliminarAquí se refleja a la perfección el perfil de un Maltratador.Un hombre que se cree un dios,ante una mujer que considera una propiedad suya ,aunque eso sí,inferior.Y aún así se justifica él mismo.Qué triste,que haya ''individuos'' así por la vida, arruinando la vida de una mujer y,matando sin importarle en absoluto nada más.La violencia de Género es el mayor Terrorismo que una mujer puede sufrir en su propio hogar.Faltan tantas cosas por hacer de parte de todas las Instituciones ; y mucha concienciación de todos los que están alrededor de una mujer maltratada.En este triste relato, que has puesto Ángel ya no se puede hacer nada , es uno tantos que hay ;y por desgracia no será el último.........
ResponderEliminarMe alegra haber conseguido, en tu opinión, reflejar el perfil del maltratador, Joaqui. A veces la víctima no se da cuenta de que lo es hasta que es demasiado tarde. Gracias por expresar tu punto de vista.
EliminarQuien hace oposiciones para ser enterrador de sueños, se merece acabar solo en la fosa que ha cavado, y muy muerto,a pesar de que intente engañarse a si mismo
ResponderEliminarPara una persona con poca o nula conciencia es fácil la autojustificación de todos sus actos -posiblemente el "deporte" que más practica-y siempre son los demás, como en este caso ella, los que no le entienden.
EliminarTe has sabido poner en el pellejo de un maltratador y eso es muy complicado, casi imposible si se es una persona pacífica cien por cien como tú.
ResponderEliminarLo has relatado como si saliera de la boca de uno de esos babosos que son muy "valientes" en su casa, pero en su vida fuera de ella son unos miserables ceros a la izquierda, por eso pagan con ellas sus frustraciones e inseguridades. Te felicito, has creado un relato muy bueno y muy emotivo.
Me parecía que podía resultar algo más original, y creíble, contarlo desde el punto de vista del maltratador. Aunque te confieso que no ha sido nada agradable hacerlo, Arantza , y eso que narro los hechos en pasado, cuando ya he "puesto" a la víctima a salvo.
EliminarMe parece muy interesante tu comentario, te lo agradezco mucho.
Este relato me hace recordar la inacabable violencia de genero
ResponderEliminarSe trata de eso precisamente, Celia. Lo escribí por el Día mundial contra la violencia de género. Gracias por comentar.
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