Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

14 nov 2015

LA BOCA QUE BEBÍA LOS VIENTOS

Ni por el día ni por la noche se le daba bien a Antonia consolar a los animales de su granja rupestre. La gallina no ponía huevos por depresión mayor. La mayor de las vacas no daba leche por ansiedad colectiva. El cerdo no comía porque se sentía solo sin otros cerdos… Los conejos salían de las chisteras de los magos tras cada truco y allí ni mago, ni compañero más que el viento. O sea, que no había conejos.

-María Rosario, vete a dar de comer a los animales. Las cabras están pasadas de moda y no quieren que las ordeñen las nuevas generaciones. Ni siquiera por aquello de las tecnologías.
-Que no madre, que estoy en Londres a todas horas, haciendo el Erasmus y no vuelvo hasta que no lo termine, por lo menos. Que ahora estamos hablando por el móvil, en español. 
-Vaya por dios, siempre has de tener una excusa bien urdida, muchacha. Pues no sé qué hacer con estos patos. Quería hacer paté, pero no me atrevo a matarlos, mira que se me vienen todos los sentimientos encima en el peor momento. Si es que me conozco… ¿quién me llamaría a mí por el camino de la apicultura española sin abejas y con sembrado de amapolas al aire libre?… Anda, allá veo a Eustaquio y a su trompa, “el sordo beodo”, a ver si el hombre me quiere hacer el favor de rematarme algún pollo…
-No, buena mujer, yo estoy muerto desde la última primavera… ¿no lo recuerda?
-Ah, pues no. Ya veo que me ha leído el pensamiento…en blanco, porque oír no oía casi. Soy la última en enterarme de todo, en este pueblo. Ya me está molestando que nadie me recuerde nada. Qué lastima. Pues la carita la tiene bien, no tiene mal aspecto, no. He visto a otros peores y andan todavía en los caminos. Claro que por los adentros…
-Pues ya ve.
-Y tanto que lo veo ¿pero yo, entonces, por qué? A ver si voy a ser vidente o médium vidente.
-Eso será evidente… o que está ya medio ida por la soledad no elegida.
-Mire usted, no me diga esas cosas que ando chaveta perdida desde que se me fue la Antonia, del alma mía, no sé adónde, porque ya la memoria…
-¡Qué mal llevamos todos el paso del tiempo!… Claro que yo ya…lo mío no cuenta, no tengo inconvenientes con ese concepto… ¿Pero no se llamaba María Rosario su niña?... ¡si Antonia es usted!
-Pues mire que lo de la muerte… no nos hace mucha gracia, parece ser. No sabemos ya ni lo que queremos, Eustaquio.
-Creo que fue a Londres.
-¿Quién?
-Su hija.
-¿Ah, pero existe?
-¿Su hija?... Su hija sí. El que ya no existe soy yo, aunque usted me perfile todavía por aquí, por el huerto.
-¡Londres!
-Ahhh,  Londres también.
-Yo creí que era cosa de películas extranjeras… ¡Cómo cambian los tiempos y las mocedades! Ya ve usted, antes éramos jóvenes y ahora usted está muerto de viejo, supongo, o de la bebida descontrolada.
-Sí, sí de viejo y de aburrimiento. Este pueblo me aturdía más cada día.
-Qué pena…Bueno y, de todos modos, para esto mío, igual me da vivo o muerto. No tengo inconveniente por esa parte ¿No podría rematarme algún pollo, aunque sea, para que me avíe la cena de hoy?… Al fin y al cabo, si ya está usted fiambre, no va a condenarse por hacerlo. Los pecados solo cuentan mientras se está vivo.
-Doña, doña… Mire, le doy el repaso rápido a ese pollo y luego tiro para la gloria que quiero llegar hoy mismo, antes de que asignen mi cama a otro.
-De acuerdo.
-¡Pero corra… que se le escapa la vaca por naderías! No se quede ahí parada con la rutina de siempre, que le viene al pelo esa boca que bebe los vientos y yo me tengo que marchar ya mismo. Saludos y avisada queda. Ya no puedo decir que hasta otro día.

                                                                       FIN  LÓGICO

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


Acuarelita rápida pintada con estas gafitas que Dios me ha dado.

2 comentarios:

  1. Que pobre Antonia, sola, recurriendo a un Eustaquio muerto para que le avíe un pollo para la cena. Lo he pasado genial leyóndolo mi querida Ángel.

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    1. Cuánto me alegro de ello, Manolo. Eustaquio muerto y sordo, pero sin embargo con buen corazón y dispuesto, antes de partir para siempre a la Gloria que le espera, a hacer un favor a una buena mujer que está sola y se siente desvalida.
      Ya ves qué buena es la solidaridad humana.
      Gracias, amigo, por comentar.

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