Sin prisa, nadie me está esperando.
La tarde está cayendo y poca gente en la calle.
Camino absorta, huyo del frío y de la multitud.
Me abrigo con la piel de las horas.
Cubro mi boca con el recuerdo de tus labios.
Y así permanezco callada y observando.
Hoy también es día lectivo.
y los niños no reparten sus juegos por los barrios.
Ellos alegran con sus gritos las tardes
de los sábados y festivos.
A veces, mi mirada se cruza con la de algún perro
que acompaña a su amo, en las noches sin luna.
Ellos entienden mi caminar pausado, pesado.
Aprendieron la infelicidad que se siente
con la ausencia del ser amado.
Ando por la plaza cerca de mi balcón.
Pronto he de llegar al escondite de mi llanto.
Doy vueltas y vueltas a la manzana,
como un vagabundo embriagado.
Ya las calles han quedado vacías.
Sólo escucho el sonido de mis pasos.
Ángel Córdoba Toresillas ©
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Caminas, paseas, piensas, observas, miras, vives. Bellísimo poema, y una maravilla el cuadro de John Singer Sargent.
ResponderEliminarGracias, Manolo.
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