Eusebia, mayor de edad y residente en Constantinopla, convivía feliz con Jenny, su querida planta carnívora, a la que tenía muy bien educada. No la consideraba mascota, era más bien una compañera de piso a lo estudiante pero ya con otra edad.
Los sábados y domingos, como ella pretendía tener descanso de su trabajo que era bastante pesado y monótono; pues consistía en transportar plomo a todas horas sobre los hombros, la buena de Jenny se ponía el delantal sobre sus pequeñas hojitas y se ocupaba de fregar los platos mientras su compañera de piso, se estiraba en el sofá y se atontaba con las películas de la “sobremesa asesina” de Antena 3. Aparte de esta tarea, también realizaba otras domésticas. Las tenían repartidas entre semana y los fines de semana, como he comentado, ella más Cenicienta que Eusebia.
Pero un buen día Jenny fue invitada al cumpleaños de un cactus tropical y se fue sin fregar los platos y sin avisar a su amiga íntima. Allí lo pasó en grande. Se hizo amiga de unas cuantas plantas ordinarias y ligó con un aloe vera bastante atractivo, al que miró con hojitas tiernas. Se le subió la clorofila a la cabeza y le dieron las tantas.
Eusebia, muy preocupada por la tardanza de Jenny, había llamado a la policía y a los bomberos forestales. En toda Constantinopla no se había producido una llamada de alerta tan tonta como aquella, desde hacía tres o cuatro siglos.
-A ver, señora… no puede usted considerar desaparecida a su amiga por siete horas que lleva ausente del piso.
-Puede ser que la haya asesinado algún psicópata desconocido y con mala sombra.
-¿No estará usted hablando en serio? ¿Tendrá alguna prueba, supongo, de lo que está diciendo?
-Mire, señor policía, ahí tiene usted todos los platos sucios… Ella, viva todavía, jamás hubiera dejado uno, con restos de comida, se lo digo yo. Ésa es la mejor prueba que puedo ofrecerles.
En medio de la conversación que tenía pinta de no tener fin, pues Eusebia es una de ésas que hasta que no termina teniendo la razón sobre sus hombros, como el plomo a diario, no para de discutir acaloradamente, se presentó Jenny tras la tardanza desesperada, con una risita floja, bastante delatadora por cierto.
-Mire, aquí tiene usted a su compañera de piso sin bolso, despeinada, y con torcimiento de columna vegetal.
-¿Cómo es posible que me hayas dado un susto así de grande? Menudo disgusto si te hubiera llegado a pasar algo, amiga… me hubiera tocado fregar los platos a diario.
-Tranquila, he venido para quedarme. A punto he estado de fugarme con un aloe vera. pero era tan soso que me hubiera terminado por suicidar contra algún cardo mariano. Siempre me contaron que los eucaliptos son mucho más divertidos pero no quedaba ninguno soltero.
-Bueno, pues todos contentos… Hala, vámonos de aquí, que nosotros sobramos.
-Ah, pues si sobran… vengo con algo de apetito porque en la fiesta solamente he bebido.
Y en un visto y no visto se zampó a todos los policías y a los diez bomberos de guardia. Ñam, ñam… y sin masticar.
-¡Qué traviesa eres, alma mía! Medio borrachina que has aparecido y encima vas y montas el cisco. Vamos a dormir anda, que ya van siendo horas y necesitarás hacer bien la digestión de estos cuerpos de funcionarios que te has metido para el tuyo, de un bocado troglodita casi.
-Buenas noches, Eusebia, te he echado de menos pero no me gusta reconocerlo.
-Vamos por partes, primero vete a dormir y mañana hablaremos. Buen provecho.
-Gracias.
-Ah… y ahí te esperan los platos en el fregadero con toda su devoción. No creas que te vas a librar de ellos, no.
-Soy planta carnívora e incomprendida, sobre todo esto último, pero asumiré mis tareas domésticas como todo hijo de vecino.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
Es de lo mas salado y original, lo que has escrito hermana. Me he divertio mucho. Un abrazo y hasta pronto.
ResponderEliminarEso es estupendo, Celia. Mi propósito al escribir estos relatos es el de lograr entretener y divertir a todos los que le dediquéis un rato de vuestro tiempo. Gracias por hacerlo. Un abrazo para ti.
EliminarDivertídísima la historia de Eusebia, plomiza ella y Jenny, su planta carnívora, ocurrida nada menos que en Costantinopla. Tu imaginación desborda una vez más nuestras espectativas para lograr sacar la mayor de las sonrisas. Qué apetito el de Jenny por dios, jajajaja.
ResponderEliminarMuchas gracias, Manolo. Toda una aventura vivir con una planta carnívora con ese apetito voraz que demuestra Jenny. Sin embargo Eusebia está completamente confiada... bueno, eso porque no me ha dado por escribir un segundo capítulo, jejeje.
EliminarDa para varios capítulos Ángel. Esperaré nuevas entregas.
ResponderEliminarNo puedo asegurarte nada, Manolo. De momento conviven civilizadamente y sin novedad. Gracias por esa invitación para continuar escribiendo y por tu interés.
EliminarSi en el fondo se quieren... una pareja compenetrada.
ResponderEliminarEsperemos que a Jenny no le dé por pegarle un "muerdo" a Eusebia, que anda que no la gusta mandar!!.
Muyyy divertido!!.
Sí, mandar le gusta un rato y otro también. En especial los fines de semana que la tiene a la pobre Jenny como a una esclava...
EliminarGracias, Arantza. Me alegra que te haya parecido divertido.
Y eso de comerse a policías y bomberos es que Jenny no tiene mal gusto, que hay hombres a los que les sienta muy, pero que muy bien un uniforme.
ResponderEliminarA la mayoría, Arantza. Sobre todo cuando lo llevan con verdadera vocación profesional.
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