Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

27 mar 2015

EN EL ÁTICO

No había motivo para alarmarse. Al menos, no de momento.

Había embotellado besos suficientes, como para no morirse de sed, y enlatado bastantes abrazos y mimos, como para no morir de hambre. Si padecía algo de inanición no era por falta de víveres, pues estaban guardados en la despensa de los recuerdos, sino por no tener a mano ninguna voz que le dijera "te quiero".

Había pasado casi un año sin ninguna noticia suya. Ni una llamada ni un sms, ni un mail… nada. Silencio, tristeza, y temor.

"¿Qué habrá sido de él... Dios mío... qué habrá sido?".

Vivieron, juntos, tantas cosas... Se marchó temporalmente pero...¿Cómo explicar a alguien lo que sentía?
¿Cómo transmitir la tristeza que se le había quedado pegada hasta en las paredes de los huesos? ¿Cómo describir ese vacío que la abarcaba completamente por dentro?..Y sobre todo, ¿para qué?¿Iba a aliviar con ello su pena, si llegara a sentirse comprendida?... ¿Se estrecharía, acaso, el agujero que atravesaba su corazón?

Herminia dejó a un lado las divagaciones y los malestares. Y mientras espantaba unas cuantas lágrimas -como visita inoportuna- colocó, bajo el grifo del agua fría la regadera, que nunca le había pesado tanto, y comenzó a regar, una por una, todas esas preciosas plantas-de aquella luminosa y gran ventana orientada al este- que por el comienzo de la primavera se estaban llenando de flores...

Ángel Córdoba Tordesillas ©


Acuarela pintada con estas gafitas que Dios me ha dado.

8 comentarios:

  1. Qué bonitos, Angel. Me ha gustado muchísimo....ese bote de besos, es lata de abrazos y mimos, esa nostalgia de su amor....uf, casi me emociono....un abrazo, Angel!

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    1. Vaya, vaya... ha faltado ese "casi"... Las flores bien, gracias. Un besito, Susana.

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  2. Fátima Reyes García28 de marzo de 2015, 0:39

    Emocionante Ángel, me gusta mucho.

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  3. Sencillamente fantástico, los de enlatar abrazos o embotellar besos me ha parecido de lo más original. la lástima es que la añoranza o la nostalgia del amor perdido hacer que también olvides donde estaba esa despensa...

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    1. Sergi, puede que en algún lugar entre la memoria y el sentimiento... Creo que allí se conservan bien las provisiones amorosas, al menos durante una larga temporada.
      Gracias por entrar a la nube y por estos halagos a esos envases rellenables y reciclables, afortunadamente.

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  4. Una despensa que acumula nostalgias y recuerdos, almacenados en el alma. Pareciera una remembranza triste de vivencias que fueron buenas y se fueron.
    Magnifico escrito como siempre Ángel.

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    1. Gracias, Manolo. Vivencias buenas porque dejaron esos besos y abrazos en la despensa del recuerdo, sin fecha de caducidad. Siempre conviene tener bien llena esa despensa... Nunca se sabe.

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