Sintió en sus entrañas desbaratadas, mientras hacia las prácticas de estudiante de
veterinaria, resquemor por haber caído en la ignominia, al negarse a ejecutar
cierta tropelía, desde su punto de vista... una intervención animal. Fue por una
negligencia no médica pero de cultivo ecológico, como todo, después de llegar las minifaldas al país. Se dio cuenta
de que diseccionar a una rana era imposible sin vómito a plazos y se vio
obligada a cambiar de carrera. Se pasó a las letras. Ya había llegado hasta la
zeta casi, cuando divisó un ovni o dos, una madrugada, desde la casa de campo de
su abuela o eso contó.
-Esta niña está insoportable desde que ha tenido que
abandonar los estudios a su libre albedrío… Yo no sé si vamos a tener que
llevarla a ver Pocahontas o alguno de esos filmes de animación, para que se evada un poco de la
realidad subyacente.
-No sé qué decirte, Felisa… dejemos que pase un tiempo
prudencial, a ver si se le pasa el disgusto de trastocársele el futuro
profesional. Sabe conducir… igual para taxista.
-De eso nada. Que tiene que aprender a vaciar los ceniceros
del coche y todavía no fuma.
-Vaya, no había caído en eso… tienes razón. Vamos a tener
que ir con ella al cine un día de estos… esos ovnis, sospecho que sólo están en
su cabeza.
-La niña pide atención a gritos.
-¿Ah, sí?… pues no la he oído.
-Es un decir, Roberto. No hablo literalmente, por dios. Que cuando quieres lo pillas todo al
vuelo… como la perrita del vecino, la
Peggy, cuando va de caza pero cuando te da por salirte por la
tangente…
-Cuando no quieres… también, pero te haces el tonto o el
sordo.
-La práctica… desde bien joven. Mira, ahí está la niña…
ahora habla por el móvil con todas sus amigas y les está poniendo al día… huy… ha empezado a narrarles lo del ovni… verás… a no ser que sean muy comprensivas…nos
la toman por pirada y le darán la espalda.
-Ella ya tiene la suya... ¿para qué quiere la espalda de
nadie?
-¡Venga, devuélvemela!… ahora eres tú la que te vas por lo
literal, sin moverte de la mecedora.
-Robertooo…. A veces me descompones… como un puzzle de mil
piezas.
Al final, María Episcolabis, se dedicó a la coyuntura
municipal y se pasó la vida echando monedas falsas en la máquina tragaperras
del bar de su calle y echándose, a la par, más de algunos tragos de vino de la
casa, malo para hartar y terminar en la
UVI.
No se casó ni tuvo hijos hasta esa fecha. Cuando un día
hacia repaso de su vida… algo insatisfecha, casi en la frontera de los tres y
cinco, sin rima,… apareció un ovni, aterrizó sobre el tejado de su casa, salió
un extraterrestre a sacudir el mantel de migas y se la llevó con ella. La abdujo y la sedujo a la par, para que le hiciera compañía en el planeta de la felicidad
conquistada. Tuvieron tres hijos prematuros, como tres soles de vía láctea,
lactantes de madre terrestre y padre sacudidor de manteles interplanetarios.
Nadie, ni sus padres, ya fallecidos hacía tiempo, volvieron
a saber nada de María Episcolabis. ¡Qué bonito es el amor!
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