Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

25 mar 2015

UN TIPO LISTO, DON EVARISTO



Bernardo era un tipo listo, gracias a Dios y a sus genes. Con bigotes de sapo, orejas al bies, tres euros en el bolsillo y apellido francés. Conoció a una mujer pérfida, que tenía más de cuatro esquinas y los pies torcidos, como sus intenciones. Se enamoró de ella al detalle y ella se fijó en él por su aire gallego refinado, su bolsillo abultado que supuso que era de dinero y sólo era de un pañuelo arrugado y mal guardado, y su orejas, claro está. Imposible no fijarse en ellas.

Le preparaba confitura de melocotón y era rápida haciendo cuentas. Se perfumaba al azar con aroma de almendras dulces de la conchinchina y vainilla que dicen que es afrodisíaca. Los labios pintados en doble capa, como el papel higiénico. Todo por seducir a un francés que no lo era.
Él la amaba por lo que tenía por delante y por detrás y presumía de ella con sus amigos en el bar de la esquina de enfrente, sin segundas, antes de llegar al tanatorio.

Decidieron fijar fecha para la boda pero ella se resbaló con una “m” y en vez de traerle suerte le trajo la soltería indefinida y una férulas en ambas piernas y en un brazo. Él estuvo a su lado, cuidándola y aconsejándole que tuviera paciencia, mientras mascaba chicle de menta. La boda se aplazó y en el tiempo que duró la convalecencia, Bernardo, pasó tanto tiempo en el hospital y escuchó tantas quejas a la susodicha que se aburrió de ella.

En el transcurso de esa estancia hospitalaria, trató con enfermeras y auxiliares y tonteó con todas las que pudo, y con las que supo. Eso le dio soltura y verborrea, que no seborrea, la seborrea ya la traía él de casa, hasta en el bigote. Pero el hecho que más trascendencia tuvo en la vida de este caballero es la aproximación que hizo a las redes sociales.

Se compró una tablet para usar en esas horas muertas, de compañía anodina e idas y vueltas de termómetros inoportunos y cenas tempraneras, y conoció a una libertina, divertida, que se le acopló, como amiga, en Twiter.

Más tarde apareció una segunda y después una tercera… Hoy en día ya está comprometido con tres o cuatro seres, del género femenino, número plural, con las que ha creado un vinculo, según dice él, independiente con cada una, lógicamente, e indisoluble hasta la muerte… Mientras se repone la cara de banda ancha y le dan el alta, él presume en el bar con sus amigotes, y sus bigotes, de tenerlas a todas enamoradas.

Su apellido daba mucho juego en el mundo virtual… eso y que había colocado una foto de un modelo francés, cuyo nombre omitiré por falta de exigencias del guión, que no por falta de ganas.

Hoy le dan el alta a la vampiresa que se fijó en su cartera y en las orejas de su prometido frustrado y que no le supo llenar el corazón de amor del bueno y se ha encontrado más sola que la una perruna. Allí la pobre, en la puerta del hospital…se tuvo que coger un  taxi, con destino a su casa y a la soledad. Iba renegando por el trayecto… Pobre taxista, había nacido en un 29 de febrero de un año bisiesto, y encima esto…

Bernardo anda loco de atar chateando de día y de noche, y hasta en el baño… no da abasto… ¡por dios qué estrés y qué frenesí le invaden!...Sin remordimiento de conciencia alguno. Ha decidido vivir la soltería con alegría y compañía virtual. Los tres euros los ha empleado en pagar a la compañía telefónica para tener buena cobertura las veinticuatro horas y, a poder ser, de chocolate con mermelada de arándonos… le gusta mucho más que la confitura de melocotón… ¡dónde va a parar!… da menos problemas  y sube las defensas del organismo.

Iba a narrar la historia de Evaristo, es verdad, tan listo como Bernardo, pues es su hermano mayor, al ser cosa de los genes… pero resulta que se ha ido de vacaciones sin previo aviso, y me he dedicado, mientras tanto, a contar la de este caballero del mismo apellido… Perdón, por el lapsus. La próxima vez será.

Ángel C. T. ©2014

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