Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

9 mar 2015

LA HUELGA DE MATILDE


-¿Has preparas ya la comida, Matilde?
-Yo no. Estoy en huelga de cacharrear en la cocina… Ayer fue el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, por si no te has enterado ¡Pero hombre, mira dónde dejas los zapatos que casi me caigo!
-Pues no. Vengo del kiosco de la esquina y ya no quedan periódicos del día. He visto volar una golondrina… supongo que anuncia la llegada de la primavera.
-No lo sé, no soy poetisa.
-No estoy recitando, Matilde, ¡ay cómo estás con eso de la huelga!... ¿Es que en tu juventud no leíste a Bécquer?
-Mira mi cielo, ponte el delantal y prepárate algo que veo que hoy no comemos. Y nosotros no tenemos balcón, por cierto… ¿dónde van a colgar sus nidos las golondrinas esas, de Bécquer?
-¿Y hasta cuándo va a durar esa huelga?
-Antonio que yo trabajo de cocinera. En cuanto termine mi tiempo de descanso, continuaré con la huelga… Seguiré informando.
-Cada vez te entiendo menos… debe ser por eso de la senectud.
-Será por eso. Anda, deja de beber el agua del florero que he metido una botella en la nevera. Siempre me gustaste por tu sentido común y tu coherencia.
-Venga, Matilde, quiero verte feliz, que casi ya ha terminado el invierno y no vamos a tener que encender la calefacción más. Con lo que ahorremos en luz te voy a comprar unas toallas nuevas para el baño bordadas con tu inicial y una planta de amor de hombre, para que tengas algo de eso, que sé, que te hace ilusión.
-Gracias, aunque sea para variar, mira tú… Pero ve y cocina, mancebo, que veo que le das a la lengua pero no a la paleta. Y el hambre aprieta.
-Mujer, no estás contenta con nada. Y mira que me esfuerzo… ¡Alegra esa cara que la primavera ya está aquí, como quien dice y todavía estoy colado hasta los huesos por tu flamante peinado y tu sonrisa... aunque ya no la recuerde!
-Dame un beso que veo que lo estás deseando… Se te ha subido el romanticismo a la cabeza sin aviso previo, pero déjame seguir con la huelga que he hecho una promesa a la patrona de las cocineras.


Ángeles Córdoba Tordesillas ©2014

6 comentarios:

  1. Me ha encantado el relato, fresco, divertido, lleno de guiños, al pelo del día internacional de la mujer trabajadora. Pero me ha encantado lo que él piensa regalarle a Matilde, me refiero a la planta de amor de hombre, es originalísimo el regalo y de una imaginación desbordante de la autora.

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    1. Muchas gracias, Manolo. Es porque el buen hombre sabe que a ella le va a hacer ilusión tener algo de eso por la casa. Sencillez de Matilde y gusto por las plantas. Por cierto, su marido también tiene una buena... planta, me refiero.

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  2. Fátima Reyes Garcia9 de marzo de 2015, 21:33

    Me gusta muchísimo.

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  3. ¡¡Mira con qué gracia se quitan algunas el delantal y se ponen en huelga de cacerolas caídas, lo bien que sabe callarle a él esa boquita de piñón que tiene!!.

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    1. Pues sí, Arantza. Algunas tienen arte para saber hacer huelgas en su propia casa...
      Mira que son divertidos tus comentarios, amiga. Gracias.

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