¡Hágase la luz!
Y la luz no se hace.
Todo está sumido
en la mayor oscuridad.
Todo queda negro,
boca adentro, pozo abajo.
Y luego digo:
¡Hágase mar y tierra!
Y no es ni mar ni tierra.
Es sólo un charco pequeño,
de lágrimas,
que nace entre el silencio.
Es la cuarta vez que grito
sin abrir la boca.
Hoy, tres de diciembre
de mil novecientos setenta y ocho,
no digo nada.
Os llamo
para no deciros nada.
Hoy,
no tengo nada que decir.
Porque ya la vida,
no solo son palabras…
Ángel C. T. ©2012
Fotografía hecha con estas gafitas que Dios me ha dado. |
El poema, bellísimo, rememora una fecha, posiblemente dolorosa para ti, y no seré yo quien pregunte de tus recuerdos. Besos corazón poeta.
ResponderEliminarAy, las fechas... Pues sí, indudablemente cuando se escribe algo así, el día en que se hace ha podido ser de todo menos un día corriente.
EliminarGracias, Manolo. Eres muy observador.